Nacional
Decálogo burocrático para esquivar cazadores de ingenuos
Un manual de supervivencia en la jungla laboral moderna, donde el cazador se disfraza de reclutador.

En un alarde de eficacia sin precedentes, el Ministerio de la Obviedad y Fomento a la Desconfianza Generalizada (MOFDG), ese faro de lucidez en la niebla de la desesperación laboral, ha desplegado su artillería retórica para iluminar a la plebe con perlas de sabiduría como: “no meta la mano en la cazuela si está hirviendo”.
Bajo el paraguas de un Convenio Internacional tan venerable como inaplicable, que promete un mundo laboral utópico libre de caníbales, la institución ha publicado un tratado de auto-preservación para el ciudadano moderno, quien debe actuar como un agente de contrainteligencia solo para conseguir un empleo de medio tiempo.
La joya de la corona de este compendio es la revolucionaria sugerencia de utilizar portales oficiales, esos espacios digitales donde las vacantes van a morir olvidadas, en lugar de confiar en los mensajes en botellas que llegan por WhatsApp ofreciendo ser el próximo magnate de las criptomonedas desde casa.
Para los amantes de lo vintage, recomiendan la peregrinación a la sagrada Agencia de Empleo “Tecpantli Icpac”, un lugar cuya existencia es tan real como el puesto de teletrabajo soñado que ofrecen.
El siguiente mandamiento exige una investigación profunda de la empresa, comparable a la que realizaría un servicio de espionaje, buscando pistas con palabras clave como “estafa“, “secuestro” o “¿dónde está mi primer sueldo?” en foros de antiguos ilusos.
La pieza maestra es la creación de un correo electrónico sacrificial exclusivo para las postulaciones, porque en la era digital, tu identidad principal debe estar a salvo de la horda de reclutadores fantasma y empresas espejismo.
El protocolo culmina con una serie de hazañas de lógica prodigiosa: avisar a un ser querido por si te conviertes en un titular de noticias, desconfiar de los sueldos que superan al del presidente (a menos que sea para presidente, claro) y, sobre todo, rechazar amablemente que un extraño te “recoja” en una terminal de autobuses para una “entrevista” en una mina abandonada. Una metáfora exquisita sobre la precariedad de la esperanza en el mercado laboral.
En resumen, no busques un empleo, convierte tu vida en un thriller de supervivencia donde el premio es no acabar en un zulo o con la cuenta bancaria más vacía que las promesas de los discursos políticos.

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