Derrame de hidrocarburos contamina viviendas en Poza Rica tras inundaciones

Habitantes de las colonias más afectadas por las recientes inundaciones en Poza Rica, Veracruz, han formulado una denuncia pública sobre una grave contaminación con hidrocarburos, presuntamente vinculada a la infraestructura petrolera de la región. Los hechos se suscitaron tras el desbordamiento del Río Cazones, ocurrido el pasado 10 de octubre, evento que dejó al descubierto una problemática ambiental de considerable magnitud.

 

Los residentes relatan que, una vez que el nivel de las aguas comenzó a descender, quedó en evidencia una película aceitosa de consistencia espesa cubriendo tanto el agua estancada como el lodo depositado en el interior de sus viviendas. El ambiente se ha visto impregnado por un olor penetrante y persistente a diésel y gas, generando una situación de alarma constante entre la población. “Nos arde la garganta, nos da dolor de cabeza”, explicó Javier Garduño, un residente de la colonia Palma Sola, mientras señalaba las paredes de su hogar, ahora manchadas con una sustancia negra y viscosa que se adhiere a todas las superficies.

 

El origen de esta contaminación, según las versiones de los afectados, podría estar asociado a la infraestructura de Petróleos Mexicanos. Lidia Ávila, vecina de la colonia 27 de septiembre, ofreció un testimonio detallado al señalar que el material, conocido localmente como chapopote, podría provenir de una presa de retención que la empresa petrolera utiliza en sus operaciones. Según su descripción, esta presa es drenada periódicamente para recuperar el aceite de crudo, pero las intensas lluvias y la consiguiente emergencia habrían impedido este procedimiento de mantenimiento, provocando que los hidrocarburos fueran arrastrados por la corriente.

 

Durante un recorrido por su propiedad, la señora Ávila constató que la sustancia alcanzó niveles superiores a los tres metros de altura, afectando la segunda planta de su vivienda. Cortinas, puertas, muros, ventanas, ropa y enseres domésticos presentan manchas brillantes y de textura grasa, lo que evidencia la severidad del contacto con el contaminante. La persistencia de este material no solo representa un problema de salubridad inmediato, sino que también complica de manera significativa las labores de limpieza y rehabilitación de los hogares.

 

La situación genera una preocupación adicional por el riesgo de incendio. En la misma colonia, Gilberta Ortega, de 71 años, expresó su temor ante la posibilidad de que los compuestos volátiles presentes en el ambiente sean inflamables. “Aquí huele a gas, y con el calor uno no sabe si esto se pueda prender. El agua venía negra, con manchas de petróleo y animales muertos. Ya ni sabemos qué respiramos”, declaró, resumiendo la angustia colectiva ante la exposición prolongada a estos compuestos sin que exista una evaluación oficial de los riesgos.

 

Los testimonios recogidos en diversas colonias, como Palma Sola, Floresta, Benito Juárez y Las Granjas, coinciden en un patrón común: el olor a combustible se intensifica con las horas de mayor calor y el agua estancada exhibe reflejos iridiscentes, característicos de la presencia de derivados del petróleo en la superficie. Esta uniformidad en los relatos refuerza la hipótesis de un origen común y generalizado de la contaminación.

 

Frente a este escenario, la demanda ciudadana se ha centrado en exigir la intervención inmediata y directa de Pemex. Los habitantes solicitan que la empresa estatal realice una evaluación técnica exhaustiva para determinar el origen preciso de las fugas, cuantificar el daño ambiental generado y asumir la responsabilidad de las labores de remediación. Asimismo, urgen a las autoridades sanitarias a realizar un diagnóstico sobre los posibles efectos en la salud de la población expuesta, con el fin de establecer protocolos de atención médica y medidas de protección adecuadas. La magnitud del evento natural ha dejado al descubierto una vulnerabilidad preexistente, donde la convivencia con la actividad petrolera implica riesgos que, en contextos de desastre, se multiplican y transforman en una crisis de salud pública y ambiental.

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