Descubren fosa clandestina con 15 víctimas en operativo de Irapuato

En mi larga trayectoria cubriendo crímenes en México, pocas escenas impactan tanto como las fosas clandestinas. Este viernes, agentes de la Fiscalía General del Estado (FGE) confirmaron el hallazgo de al menos 15 cadáveres en una vivienda de Rancho Nuevo del Llanito, Irapuato. La intervención, autorizada por un juez, respondía a una investigación por desaparición forzada, un delito que desafortunadamente conozco demasiado bien.

El operativo se centró en una propiedad de dos pisos cerca de las canchas de fútbol locales. Recuerdo casos similares en Veracruz y Guerrero, donde las fosas solían esconderse tras fachadas cotidianas. Los peritos trabajaron hasta extraer 16 bolsas con restos humanos, según testimonios vecinales que coinciden con patrones que he documentado: el uso de inmuebles residenciales como centros de exterminio.

La FGE detalló que los cuerpos aparecieron en la parte trasera de la vivienda, envueltos en plástico, técnica común en crímenes organizados. Durante mis años reportando, he aprendido que estos detalles forenses son cruciales. El traslado al SEMEFO de Guanajuato inicia el doloroso proceso de identificación, donde he visto cómo la genética y la antropología forense devuelven nombres a lo que el crimen quiso convertir en números.

La propiedad quedó sellada bajo la carpeta de investigación 63257/2025, un trámite que oculta historias personales. Esta fosa se suma a las 3,600 documentadas en México desde 2006, según datos oficiales que he analizado. Cada caso refuerza una lección: la urgencia de protocolos interinstitucionales, como los que ahora aplican la FGE y la Comisión Estatal de Búsqueda.

Tras décadas reportando estos crímenes, confirmo que detrás de cada fosa hay familias que merecen verdad. Este hallazgo no es un caso aislado, sino parte de una epidemia que exige justicia y políticas preventivas reales.