Las pesquisas judiciales apuntan al círculo de seguridad del edil, revelando nuevas responsabilidades en el trágico suceso.
La noche del pasado 1 de noviembre, el corazón de Uruapan se congeló con el magnicidio del alcalde Carlos Manzo. Ahora, la investigación da un giro inesperado y revelador: la Fiscalía General del Estado de Michoacán ha procedido a la aprehensión de siete miembros de su propio dispositivo de protección personal. ¿Qué falló en el protocolo de seguridad? ¿Se podría haber evitado la tragedia?
Los agentes municipales fueron detenidos bajo la figura de homicidio calificado por omisión en calidad de garante. La acusación es grave: presuntamente dispararon contra Víctor Manuel Ubaldo, el adolescente agresor, cuando éste ya se encontraba reducido e inmovilizado. Las pesquisas, respaldadas por testimonios y peritajes, sugieren un uso excesivo de la fuerza en un momento crítico. El operativo para su captura se ejecutó en la Casa de la Cultura de Uruapan, con la colaboración de la Guardia Nacional y el Ejército Mexicano, y los custodios fueron trasladados al Centro Penitenciario Lic. David Franco Rodríguez en Morelia.
Una cadena de eventos bajo la lupa
El asesinato de Manzo, perpetrado durante la celebración del Festival de la Vela, desató una compleja trama. Mientras las autoridades señalaron la participación del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y varios cómplices del joven pistolero fallecieron en circunstancias aún por esclarecer, la mirada de los investigadores se desplazó hacia adentro. ¿Fue el ataque una acción aislada o existió una falla de inteligencia y coordinación dentro del primer anillo de seguridad del edil?
La búsqueda de justicia y las preguntas sin respuesta
El gobierno estatal y federal ha declarado que estas detenciones son una muestra contundente de que el crimen no quedará impune. Sin embargo, más allá del mensaje de firmeza, la investigación se adentra en terrenos más oscuros. Se analiza minuciosamente la secuencia de hechos que permitió al adolescente acercarse, disparar y ser posteriormente abatido. La comunidad de Uruapan, sumida en la conmoción y el dolor, clama por una justicia verdadera y medidas efectivas que erradiquen la violencia que azota la región. La pregunta final persiste: ¿se está abordando solo la consecuencia o se llegará a las causas profundas que permiten estos actos de barbarie?














