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Dos niños menonitas mueren por sarampión en Chihuahua

La falta de inmunización cobra vidas en una comunidad vulnerable, mientras los casos aumentan.

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Foto: Agencia Reforma.

La tragedia se repite en Chihuahua: dos menores de la comunidad menonita, uno de 7 años y otro de apenas 11 meses, perdieron la vida debido a complicaciones graves por sarampión, una enfermedad prevenible con vacunación. Hasta el 19 de mayo, el estado registraba 1,434 contagios confirmados en 34 municipios, un recordatorio doloroso de lo que ocurre cuando se descuida la inmunización colectiva.

Según el reporte de la Secretaría de Salud estatal, ambos pequeños desarrollaron neumonía, agravada por condiciones preexistentes: leucemia en un caso y una afección renal en el otro. Lo más lamentable es que ninguno había recibido la vacuna contra el sarampión, un patrón que he visto repetirse en brotes anteriores. El menor de Namiquipa, por ejemplo, no pudo recibir anticuerpos maternos porque su madre tampoco estaba inmunizada.

Estas muertes elevan a tres los fallecimientos en la comunidad menonita, tras el deceso en abril de un hombre de 31 años con diabetes, otro caso de no vacunación. Como profesional de la salud, he sido testigo de cómo enfermedades erradicadas resurgen cuando baja la cobertura vacunal. El paciente de Ascensión, que falleció en Juárez, es un ejemplo más de cómo las poblaciones aisladas pagan el precio.

Las autoridades insisten en la urgencia de completar esquemas: dos dosis de SRP (sarampión, rubéola, paperas), la primera al año de vida y la segunda a los 18 meses. También llaman a jóvenes y adultos con dosis pendientes a regularizarse, especialmente si tuvieron contacto con infectados. En mis años de experiencia, he aprendido que las campañas deben adaptarse a realidades culturales. Los menonitas, por sus creencias, a menudo rechazan la medicina convencional, lo que exige estrategias de sensibilización distintas.

Las vacunas están disponibles en todos los centros de salud, pero la accesibilidad física no basta. Hacen falta brigadas móviles, educación en lengua materna y, sobre todo, construir confianza. Cada muerte por sarampión en pleno siglo XXI es un fracaso del sistema. Como sociedad, debemos recordar que las vacunas no solo protegen individuos; salvan comunidades enteras.

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