Una noche de terror en el fraccionamiento CANACO de Culiacán culminó con un operativo militar de alto riesgo. Tras una embestida armada contra una vivienda la noche del miércoles, caracterizada por disparos, destrozos y un incendio provocado, los agresores dejaron una inquietante firma: dos artefactos explosivos improvisados abandonados en la banqueta pública.
¿Qué buscaban realmente los perpetradores con este doble mensaje de fuego y explosivos? La mañana siguiente reveló la escena. Elementos del Ejército Mexicano, respaldados por la Guardia Nacional, establecieron un cerco de seguridad hermético en la calle Hermes. La incógnita pendía en el aire mientras especialistas en desactivación, enfundados en trajes antibombas, se aproximaban con extrema cautela.
La investigación in situ de las autoridades develó un hallazgo aún más preocupante. Junto a los mecanismos explosivos artesanales, los cuerpos de seguridad localizaron un bidón con gasolina. Este descubrimiento transformó la hipótesis inicial: no se trataba solo de un ataque intimidatorio, sino de una escena potencialmente preparada para una catástrofe mayor. La combinación de combustibles y explosivos improvisados sugería un nivel de planeación y una voluntad de escalar el daño que alarma a los expertos.
Este incidente no es un hecho aislado. Plantea preguntas incisivas sobre la evolución de las tácticas de los grupos delictivos en la región. ¿Estamos presenciando la importación de técnicas de guerra asimétrica al conflicto urbano? El uso de artefactos explosivos caseros (IEDs, por sus siglas en inglés), común en otros escenarios de conflicto, representa un salto cualitativo en la violencia, desafiando directamente las capacidades de seguridad convencionales y sembrando un nuevo tipo de temor en la población.
La retirada controlada de los explosivos por parte de los militares evitó una tragedia, pero la revelación persiste. El episodio en Culiacán actúa como un espejo que refleja una realidad subterránea: la conflictividad criminal está mutando, probando nuevos métodos de terror y desestabilización que obligan a una revaluación profunda de las estrategias de seguridad pública en México.















