El Gran Bazar del Arca Pervertida: Un Modesto Catálogo del Despropósito Nacional
En el glorioso año de 2025, mientras la civilización alcanzaba cumbres insospechadas en el arte del streaming y el delivery de comida, la noble República Mexicana consolidaba, con el celo burocrático que la caracteriza, su puesto de honor en un mercado más peculiar: el de la colección privada de biodiversidad en vías de extinción. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, esa titánica institución que libra una épica batalla contra los instintos de cazador-recolector del ciudadano moderno, logró rescatar la módica cifra de 2,986 seres vivos de las garras del afecto doméstico. No de la selva, no del desierto, sino de los sagrados recintos del progreso: domicilios, tianguis y mercados. Una verdadera fiesta de la convivencia interespecies.
La Nueva Normalidad: Un Safari en el Departamento
¿Para qué viajar a la inhóspita Chiapas o al hostil Serengueti cuando puedes tener tu propio ecosistema en el cuarto de lavado? La autoridad, en su meticuloso censo, descubrió que el ciudadano ejemplar ya no se conforma con un perro que ladre. La ambición ha crecido. Ahora el status symbol es un jaguar cachorro adquirido en la plaza de Oaxaca con la misma naturalidad con que se compran aguacates. O un oso hormiguero en Veracruz, perfecto para limpiar el hormiguero metafórico de las frustraciones laborales. La lista de “mascotas” lee como el inventario de un arca de Noé dirigida por un narcotraficante con complejo de faraón: águilas, tigres, leones, monos araña, guacamayas y tarántulas goliat. Porque nada dice “amor al prójimo” como enjaular a un ser cuya mirada refleja el abismo de la libertad perdida.
El procedimiento logístico es tan ingenioso como repulsivo. Para exportar este amor a tierras lejanas como Tokio, se ha perfeccionado el arte del embalaje: tortugas y ranas exóticas viajan envueltas en calcetines, dentro de tuppers, como si fueran sobras de un banquete caníbal. 774 tortugas pueden ser disfrazadas de cosméticos en el aeropuerto de Tijuana. Es la economía creativa en su máxima expresión: el contrabando de almas como si fueran sneakers de edición limitada.
El Crimen Organizado y su Pasión por la Zoología Doméstica
Resulta particularmente conmovedor descubrir que el crimen organizado, ese sector tan vilipendiado, tiene un corazón tierno y una profunda vocación ecologista. Entre balas y extorsiones, encuentran tiempo para curar una colección de felinos. De 2018 a la fecha, se les han decomisado 123 jaguares, leones y tigres. El mensaje es claro: el poder ya no se demuestra sólo con camionetas blindadas, sino con un tigre de Bengala encadenado en el patio, un símbolo de fuerza que, irónicamente, suele llegar sin garras y deshidratado. Es la versión distópica de un club de fans: en lugar de posters, tienes al animal real, moribundo de tristeza.
Las autoridades, en un alarde de eficiencia digna de una sátira de Kafka, recorren el país rescatando fauna de una lista que parece interminable: desde 2,271 kilos de aletas de tiburón (para sopas de prestigio) hasta buches de totoaba (el caviar de la extinción). Encuentran lobos marinos en redes de pesca ilegal, cacatúas con las alas dañadas en cajas de madera en Mérida, y geckos viajando por paquetería. El sistema de transporte nacional, al parecer, ha añadido una nueva categoría de envío: “fauna silvestre en estado de conmoción”.
El Epílogo Moralizante en un Mundo al Revés
Ante este panorama de un país que se ha convertido en una mezcla de zoológico de mala muerte y bazar de los horrores, la autoridad lanza un mensaje contundente para las fiestas: “Tu casa NO es su casa”. Una perla de sabiduría que llega después de documentar cómo 2,339 tortugas pueden amontonarse en Guadalajara en “muy malas condiciones de salud”. La ironía es tan densa que podría medirse en kilos por centímetro cúbico. Se pide a la población que evite regalar fauna silvestre en Año Nuevo o Día de Reyes, como si un mono araña fuera el equivalente ecológico de un patinete eléctrico.
Así, concluimos este informe del progreso nacional. Un país donde la ley se afana en rescatar lo que la estupidez humana captura, donde el lujo supremo es poseer un trozo de vida salvaje muriendo en una jaula, y donde el absurdo es la moneda corriente. Donde es más fácil encontrar un tigrillo bebé deshidratado en la alcaldía Álvaro Obregón que un sentido de responsabilidad colectiva. Bienvenidos al gran bazar del arca pervertida, donde compramos, vendemos y enjaulamos los últimos jirones de un mundo que, a este paso, sólo existirá en los catálogos de los traficantes.















