El banquete de los hambrientos en el palacio legislativo

Foto: El Universal.

En el opulento palacio de la República, donde las alfombras persas acarician los zapatos italianos de la clase gobernante, se ha descubierto una verdad tan revolucionaria como ignorada: lo que realmente extermina a la plebe no son las balas, sino la ausencia de comida. La ilustrísima senadora Ana Lilia Rivera, entre sorbos de agua mineral importada, proclamó este hallazgo epifánico durante el Primer Gran Concilio de los Bien Alimentados para discutir el hambre de los demás.

Con la solemnidad de quien anuncia un nuevo impuesto, la legisladora reveló que nuestras inocentes criaturas se están convirtiendo en pequeños globos con pies. ¡El 8.6% de nuestra infantil población sufre de sobrepeso! Cifra que supera el mediocre promedio global, demostrando una vez más que en México hacemos las cosas a lo grande, incluso la gordura infantil.

La grotesca metamorfosis del mexicano promedio

Pero no contentos con engordar a la progenie, los adultos hemos emprendido una carrera contra reloj hacia la obesidad mórbida. La senadora, con la precisión de un nutricionista en un buffet libre, señaló que casi el 30% de la población adulta se ha convertido en walking tacos, el doble que en el lejano 2000. Mientras, 182.9 millones de seres humanos en la región no pueden pagar una ensalada, porque aparentemente las lechugas se cotizan como el caviar en los mercados internacionales.

“El mundo produce calorías como si se avecinara una hambruna de elefantes, pero dos personas mueren de hambre cada segundo”, declaró la senadora, probablemente después de un nutritivo desayuno ejecutivo. “Desperdiciamos toneladas de manjares mientras las mesas populares exhiben el vacío existencial de sus manteles. Hemos creado una nación de obesos, diabéticos e hipertensos que colapsa el sistema de salud, porque qué es la vida sin una buena dosis de sufrimiento crónico y degenerativo”.

La solución está en tu basura, querido ciudadano

La revelación más estruendosa llegó cuando se señaló que el 60% del alimento se bota desde los hogares. ¡La culpa es de usted, miserable ciudadano que no sabe administrar sus sobras! Mientras los legisladores debaten en salones climatizados, la responsabilidad recae sobre las mujeres, quienes deben convertirse en ingenieras nutricionales domésticas, calculando proteínas y carbohidratos con la precisión de un relojero suizo.

Ante este panorama dantesco, el foro parlamentario se erige como el faro de esperanza que necesitábamos: un espacio único donde las élites bien alimentadas articulan soluciones duraderas para el hambre de los demás, entre pausas para el café y canapés. La ironía, como las estadísticas de desnutrición, sigue creciendo.

RELACIONADOS

Ultimas Publicadas

Matamoros

¿QUÉ PASO AYER?

ANUNCIATE CON NOSOTROS

Scroll al inicio