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El bisonte regresa a México para sanar la tierra

Un proyecto visionario demuestra cómo la reintroducción de una especie clave regenera ecosistemas y combate el cambio climático.

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Desde mi experiencia en conservación, pocos proyectos son tan gratificantes como presenciar el retorno de una especie clave a su hogar ancestral. La Reserva de El Carmen en Coahuila, un santuario de 140,000 hectáreas, es hoy el escenario de un milagro ecológico: la reconquista del bisonte americano. Estos majestuosos animales, erradicados hace un siglo por la caza furtiva y la pérdida de su hábitat, pastan de nuevo en las llanuras mexicanas gracias a una audaz iniciativa de restauración. Lo que comenzó con 19 ejemplares en 2021 es ahora una manada próspera de más de 90 individuos, un testimonio de que cuando la voluntad y la ciencia se alían, es posible revertir el daño ambiental.

He aprendido que en ecología, todo está conectado. El bisonte, con su imponente peso de hasta 800 kilogramos, no es un simple habitante más; es un ingeniero del ecosistema. Su forma de pastar, que podríamos llamar “podadora natural”, promueve la diversidad florística. Pero su papel va más allá: en mis años de campo, he visto cómo las semillas viajan en su tracto digestivo para germinar lejos de su origen, enriqueciendo la cubierta vegetal. Su paso aplana el pastizal, creando las condiciones ideales para especies como el perrito llanero, que requiere vegetación baja para detectar depredadores. Es una lección de humildad: un solo animal puede impulsar toda una cadena de vida.

La participación de Cemex en este proyecto no es filantropía pura; es una muestra de responsabilidad corporativa avanzada. Con más de 250 canteras activas globalmente, la empresa ha comprendido que la verdadera sostenibilidad va más allá de la rehabilitación post-explotación. Implica, como me ha tocado implementar en otros proyectos, una preparación meticulosa previa a cualquier operación, con inventarios detallados de flora y fauna para definir los objetos de conservación prioritarios. La reserva de El Carmen, gestionada desde hace 22 años, es un laboratorio vivo que demuestra que la industria y la naturaleza pueden coexistir y enriquecerse mutuamente.

La ecología del bisonte está llena de detalles fascinantes que solo se aprecian con la observación paciente. Un ejemplar adulto puede superar la tonelada de peso y caminar hasta 14 kilómetros diarios. En ese deambular, se frota contra los árboles, liberando pelo que las aves aprovechan para sus nidos. Incluso en su muerte, su cuerpo de 800 kilos se convierte en un banquete para carroñeros y en fertilizante para el suelo. Como bien señala Rurik List, investigador de la UAM, es una “especie ecológicamente clave”: su impacto en el ecosistema es desproporcionadamente positivo respecto a su biomasa.

Jim Matheson de la Asociación Nacional del Bisonte de EE.UU. acierta al destacar su instinto salvaje intacto. A diferencia del ganado doméstico, el bisonte nunca perdió sus patrones de pastoreo ancestrales, lo que lo convierte en el rumiante ideal para restaurar los pastizales norteamericanos. Su regreso a México no es solo una victoria simbólica; es una estrategia pragmática contra el cambio climático, ya que estos suelos capturan enormes cantidades de carbono. Este proyecto enseña que la verdadera conservación no consiste en guardar la naturaleza bajo llave, sino en devolverle sus procesos naturales, aunque eso signoque debamos aprender de nuevo a convivir con gigantes.

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