El Gran Bazar de la Catástrofe
En un sublime acto de redistribución acuática de bienes de consumo, la distinguida ciudadanía de Poza Rica inauguró ayer el primer centro comercial anfibio de la República, gracias al desbordamiento del Río Cazones que gentilmente eliminó las molestas puertas y muros de establecimientos como Oxxo, Elektra y Coppel.
Fuerzas federales impidieron que los saqueos siguieran.
Mientras las aguas alcanzaban niveles bíblicos, emprendedores subacuáticos de todas las edades demostraron su ingenio al especializarse en el transporte de electrodomésticos a nado. Madres de familia cargaban colchones como si fueran tablas de salvación, menores perfeccionaban el arte de la flotación con bicicletas y auténticos visionarios probaban que una motocicleta sí puede ser un vehículo anfibio si se le tiene suficiente fe.
La filosofía del trueque moderno alcanzó su cénit cuando un grupo de pragmáticos decidió que en medio del diluvio universal, lo más sensato era aprovisionarse de frituras, licores y cigarros -elementos esenciales para cualquier protocolo de supervivencia.
El Ministerio de Diversión Acuática, vulgarmente conocido como Ejército mexicano, tuvo la desconsideración de interrumpir este festival de economía colaborativa justo cuando los ciudadanos más disfrutaban del primer sistema de compras por inmersión jamás implementado en el norte de Veracruz.
En al menos 48 municipios, la naturaleza había preparado el escenario perfecto para esta exposición de ingenio humano ante la adversidad, demostrando una vez más que cuando el Estado falla, el pueblo organiza sus propias subastas públicas sin necesidad de catálogos ni tarjetas de crédito.
Las ciudades de Poza Rica y Álamo se convirtieron así en el epicentro de esta revolución comercial no convencional, donde los afluentes no solo trajeron agua, sino también oportunidades únicas de adquisición de bienes sin los engorrosos trámites del intercambio monetario.