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El circo burocrático de las medicinas que viajan más que los pacientes

El Estado reinventa la rueda (y la paga con tus impuestos) para llevar medicamentos donde siempre debieron estar.

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En un alarde de innovación revolucionaria —similar a cuando Colón “descubrió” América—, el subsecretario Eduardo Clark anunció que el gobierno federal redescubrió que las medicinas deben llegar a los hospitales. Sí, esos mismos centros de salud que llevan décadas fingiendo ser bodegas de aire.

Desde su trono en Palacio Nacional, Clark desgranó el proyecto faraónico: 96 camiones, 38 furgonetas y 35 cajas sanitarias (que no son de primera clase, lamentablemente) para que las pastillas viajen con más comodidad que los pacientes. Todo por la módica suma de 120 millones de pesos anuales, una ganga si se compara con los 800 millones que cuesta hacerlo bien. “Es un robo, pero legal”, parecen susurrar las actas de licitación.

La joya de la corona: el personal capacitado desde hace 50 años en jurisdicciones sanitarias. Es decir, los mismos funcionarios que durante medio siglo no lograron evitar el desabasto ahora serán premiados con más responsabilidades. “Conocen el territorio como la palma de su nómina”, coreaban los manuales de autoayuda burocrática.

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Y para tranquilizar a los contribuyentes —esos seres mitológicos que creen que sus impuestos deberían curar enfermedades en lugar de comprar viáticos—, Clark aseguró que la seguridad está garantizada. “Las medicinas llegarán sanas y salvas, a diferencia de muchos pacientes”, bromeó el subtexto.

Así, mientras el IMSS-Bienestar se convierte en la primera aerolínea de fármacos sin pasajeros, los mexicanos pueden dormir tranquilos: sus analgésicos recorrerán el país en cajas refrigeradas, algo que sus vacunas nunca tuvieron.

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Nota del editor: Ningún burócrata fue herido durante la redacción de esta sátira, aunque varios egos quedaron en terapia intensiva.

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