El circo burocrático del secuestro migrante en México

El circo burocrático del secuestro migrante en México

Foto: El Universal.

En un espectáculo que Jonathan Swift hubiera encontrado demasiado exagerado para incluir en Los viajes de Gulliver, un elenco de diecisiete almas errantes de diversas latitudes fue liberado de su cautiverio en Ciudad Juárez después de que el crimen organizado demostrara una eficiencia administrativa que haría llorar de envidia a cualquier dependencia gubernamental.

La obra teatral, titulada “Operativo de Rescate Burocrático”, contó con un reparto estelar: la Agencia Estatal de Investigación (con sus unidades especializadas en robo de vehículos y, absurdamente, en adolescentes infractores), el Ejército Mexicano y la Guardia Nacional. Todos coordinados con la precisión de un reloj suizo descompuesto.

El villano de esta farsa, un caballero de 22 años llamado Luis Ángel C. B., fue acusado de los delitos de tráfico de personas y acopio—un término tan vago que bien podría aplicarse a un coleccionista de sellos demasiado entusiasta. Su arresto en el fraccionamiento Senderos de San Isidro reveló que el crimen moderno valora la variedad cromática en su arsenal: pistolas negras, grises, y negras con gris, meticulosamente abastecidas como si se prepararan para una subasta de arte marcial.

El inventario incautado merece mención especial en este catálogo del absurdo:

  • Cinco armas de fuego con sus respectivos cargadores, descritas con el cuidado de un sommelier describiendo una cata de vinos.
  • Tres bolsas de plástico transparente con cartuchos útiles, porque la transparencia es fundamental hasta para la munición.
  • Una mochila verde con beige—evidente prueba de un crimen con sentido estético.
  • Y otra mochila negra que contenía un guardarropa tan específico (pantalones negros, camuflaje, botas) que sugería un dress code para asistir al apocalipsis.

El acto final de esta tragicomedia fue particularmente conmovedor: los diecisiete rescatados—incluyendo dos menores cuyas edades (17 y 5 años) sugerían que el crimen organizado no discrimina por nivel educativo—fueron puestos bajo el “resguardo” del Instituto Nacional de Migración. Así, cambiaron un cautiverio ilegal por uno legal, pero con mejores formularios.

Mientras tanto, nuestro antagonista Luis Ángel quedó a disposición del Agente del Ministerio Público Federal, quien seguramente iniciará las investigaciones pertinentes con la celeridad característica de un glaciar en movimiento. Todo queda listo para la secuela: “El proceso judicial: otra farsa en diez actos”.

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