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El circo de la seguridad binacional llega con su nuevo número

Una nueva coreografía diplomática se ensaya entre vecinos, donde la soberanía se negocia y los monstruos de siempre cambian de disfraz.

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El Gran Espectáculo de la No-Intervención Intervencionista

En un alarde de originalidad que hubiera dejado pálido al mismo George Orwell, el Gran Vecino del Norte anuncia el envío de su más preclaro embajador, el honorable Marco Rubio, para sellar el Pacto de la Amnesia Coordinada, también conocido como “Acuerdo Bilateral de Seguridad”.

La Presidenta Sheinbaum, con la solemnidad de un director de circo anunciando el número de los leones amaestrados, confirmó que el ilusionista Rubio probablemente aterrice en suelo azteca la primera semana de septiembre, portando bajo el brazo un tratado tan innovador que parece calcado de todos los anteriores.

La obra maestra de la diplomacia, nos aseguran, se sustenta sobre cuatro pilares indestructibles: el respeto a la soberanía (siempre que no contradiga los intereses del Tío Sam), el respeto al territorio (mientras se permita el sobrevuelo de sus drones), la confianza mutua (unidireccional) y la cooperación sin subordinación (donde uno manda y el otro asiente con entusiasmo).

El objetivo declarado de este monumental ejercicio de wishful thinking es tan noble como ingenuo: frenar el río de opiáceos que fluye hacia el norte y el torrente de fusiles que viaja en sentido contrario. Una hazaña que, por supuesto, se logrará sin un solo soldado estadounidense pisando el sagrado suelo patrio, porque todos sabemos que la influencia se ejerce hoy mediante satélites, transferencias bancarias y “asesores” técnicos con acento tejano.

Este nuevo capítulo de “cómo me ayudo a ayudarte” reemplaza a la ya olvidada Iniciativa Mérida, aquel programa que convirtió a México en el mejor cliente de hardware militar made in USA, y al Entendimiento Bicentenario, que sonaba a conmemoración histórica pero olía a más de lo mismo.

Ahora, en un giro tragicómico de la geopolítica, se crean grupos de trabajo binacionales</strong: mesas de diálogo donde, presumiblemente, se decidirá cuánta soberanía se cede a cambio de cuánta cooperación se recibe. Todo ello aderezado con reuniones anuales de alto nivel, donde los funcionarios de ambos lados se felicitarán mutuamente por los avances en la guerra contra unos monstruos que, curiosamente, nunca dejan de crecer.

Así, entre scanners que no escanean, inteligencia que no intellige y fronteras que se derriten como azúcar en la lluvia, el espectáculo debe continuar. Porque en el gran teatro de la seguridad nacional, lo importante no es resolver el problema, sino mantener la farsa el tiempo suficiente para que nadie note que el emperador, y su embajador, visten trajes de aire.

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