El circo mundialista y la gran farsa del progreso nacional
En un alarde de sincronizada fantasía, la Gran Coordinadora de las Ilusiones Efímeras, Gabriela Cuevas Barrón, desveló con pompa y circunstancia los monumentales avances de la próxima Megalomanía Colectiva 2026. Con la solemnidad de quien anuncia el descubrimiento de un nuevo continente, proclamó que este fasto no es solo un juego de pies, sino la oportunidad dorada para exhibir nuestra identidad, cultura y orgullo nacional, convenientemente embalados para el consumo extranjero, como si fuéramos una exótica mercancía en el gran bazar global.
El espejismo de la seguridad: Panem et circenses del siglo XXI
En materia de seguridad, ese concepto tan etéreo y escurridizo, el régimen prometió desplegar un operativo tan colosal como inverosímil. Se trabajará, aseguran, con todas las dependencias para garantizar un evento “seguro para todas y todos”, una proclama que resuena con ecos de una utopía orwelliana donde la vigilancia se viste de fiesta. La coordinadora, agradeciendo a la Líder Máxima la confianza depositada en este faraónico proyecto, no dudó en sacar el viejo truco del récord: México se coronará, por tercera vez, como anfitrión de este circo planetario, una hazaña que, según la lógica oficial, nos redime de todas nuestras miserias cotidianas. “Compartimos con Estados Unidos y Canadá un mismo gol”, declaró, en un arrebato de poesía burocrática, ignorando que en ese partido, nosotros siempre llevamos las de perder.
Las ciudades fachada y el gran teatro del progreso
Con meticuloso detalle, la Gran Coordinadora enumeró las tres capitales del espectáculo: Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Estas urbes, convenientemente maquilladas, albergarán 13 funciones del gran drama, con el Coliseo Azteca como escenario para el rito inaugural. Mientras, otras 17 instalaciones deportivas en el país fueron bendecidas por la sacra FIFA para que el balompié, nuevo opio del pueblo, “llegue a todos los rincones”, una suerte de evangelización laica que pretende sanar con goles las heridas de la nación.
El primer pilar de esta monumental empresa, nos informan, se centra en la infraestructura, conectividad, migración y seguridad. Aeropuertos y carreteras, otrora testimonio del abandono, serán milagrosamente transformados para acoger a una horda de más de 5.5 millones de peregrinos adicionales. Los procesos migratorios, normalmente un laberinto kafkiano, se agilizarán con celeridad mágica, demostrando que cuando hay voluntad política para la fiesta, la burocracia se esfuma. Como guinda del pastel, se anunció con orgullo que más del 90% de los voluntarios serán mexicanos, en una sublime metáfora de un país que celebra la gloria de trabajar gratis para una corporación multinacional.
La gran farsa de la inclusión: Sonríe, que estamos en la tele
El segundo pilar de esta epopeya es hacer del Mundial 2026 el evento más incluyente de la historia, una afirmación tan profunda como un charco. “El Mundial también se juega en cada sonrisa”, sentenció la Coordinadora, elevando el eslogan publicitario a categoría de filosofía de estado. Para lograrlo, el Gobierno orquestará las “Fiestas México 2026“, enormes carpas de diversión controlada donde las masas podrán contemplar el espectáculo en pantallas gigantes y participar en actividades culturales paralelas, un perfecto mecanismo de distracción masiva. “Construimos México 2026 como una fiesta de México para los mexicanos”, concluyó, en un brote de patriotismo de pacotilla, una celebración coreografiada de nuestras raíces y sueños, justo cuando los cimientos reales del país crujen por la incuria. México, nos aseguran, vuelve a hacer historia, más fuerte y más grande que nunca. O al menos, esa es la ficción que venden.














