El consulado de EU en Monterrey baila tango geopolítico con sombrero charro

En un alarde de surrealismo diplomático que haría sonrojar a Kafka, el Consulado de Estados Unidos en Monterrey ha decidido que el fútbol es la cura definitiva para las tensiones bilaterales. Mientras los titulares hablan de muros y aranceles, la Cónsul Melissa Bishop protagoniza su propia versión de “West Side Story” tropicalizada: en lugar de peleas callejeras, intercambios de sombreros; en vez de cuchillos, empanadas.

La oficina consular, convertida en improvisada promotora del Mundial 2026, asegura trabajar “mano a mano” con gobiernos locales y la FIFA. Curiosa colaboración, considerando que el mismo país que exige visas hasta para ir al baño ahora promete “seguridad” para las multitudes futboleras. “Procesamos solicitudes con normalidad”, afirma Bishop, mientras miles de mexicanos hacen fila desde madrugada para el sorteo del siglo: ¿quién merece cruzar la frontera?

El evento estrella fue el adelanto del 4 de julio, donde según testigos, diplomáticos con botas texanas bailaron huapangos entre banderas entrelazadas. “Celebramos lo que nos une”, declaró la Cónsul, omitiendo mencionar lo que los divide: desde el precio del maíz hasta los drones militares. Mientras tanto, en otro plano de realidad, los presidentes Trump y Sheinbaum protagonizan un duelo de tweets que más parece partido de fútbol americano: pases largos de insultos, tackles de aranceles.

La cereza del pastel: el programa de enseñanza de inglés para docentes, brillante estrategia para que las próximas generaciones aprendan a pedir asilo en versión bilingüe. Monterrey se prepara no para cuatro partidos, sino para el espectáculo político más surrealista desde que EU vendió Louisiana: ¿puede el fútbol unir lo que la geopolítica divide? Apostemos: las apuestas están 10 a 1 a favor del absurdo.