¿Y si el verdadero descarrilamiento no fue del tren, sino de nuestra concepción de la seguridad y la responsabilidad? La noticia de que el Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec (FIT) contaba con una póliza de casi 10 millones de pesos para sus pasajeros, tras el siniestro que cobró 13 vidas y dejó 98 heridos, no es solo un dato contractual. Es un espejo que refleja un modelo obsoleto: el que cifra en UMAs y cláusulas el valor de una existencia, transformando la tragedia en un trámite administrativo.
De la indemnización a la innovación: ¿Puede un seguro ser disruptivo?
El contrato FIT-GARMOP-ADQ-5-25 detalla un límite de casi 400 mil pesos por deceso o incapacidad total. En lugar de aceptar esto como un “estándar”, pensemos de manera lateral: ¿Y si la cobertura no fuera un monto fijo, sino una sociedad accionaria en el proyecto que el difunto apoyaba con su viaje? ¿O un fondo semilla para una empresa familiar? La innovación radical no reside en ajustar cifras, sino en redefinir por completo el concepto de reparación, pasando de una transacción económica a una restauración del proyecto de vida interrumpido.
Conectando puntos: El boleto, no como comprobante, sino como contrato social
El requisito de presentar el boleto de abordaje para reclamar es el punto de friccia más revelador. Lo convierte en un documento más valioso que el pasaporte en la adversidad. Esto nos lleva a una pregunta provocadora: En la era digital, ¿podría ese boleto ser un contrato inteligente en blockchain que active automáticamente los protocolos de asistencia médica y apoyo legal ante un siniestro, eliminando la burocracia del dolor? La tecnología para hacerlo existe; lo que falta es la voluntad visionaria de integrarla.
Reimaginando la seguridad: Más allá de la cobertura reactiva
La póliza cubre gastos funerarios, prótesis y equipaje. Un pensamiento disruptivo cuestiona: ¿Por qué esperar al accidente? ¿Y si la prima del seguro se invirtiera predominantemente en sistemas predictivos de mantenimiento con inteligencia artificial, en sensores de fatiga de materiales o en simulaciones de realidad virtual para la capacitación continua de operarios? La cobertura más valiosa es la que previene el siniestro, no la que lo indemniza. Las empresas verdaderamente revolucionarias no venden paracaídas; diseñan aviones que no necesitan usarlos.
La tragedia del Istmo nos confronta. Podemos limitarnos a leer las cláusulas de un anexo licitatorio, o podemos usar este momento doloroso como un catalizador para repensar desde cero la infraestructura, su seguridad y el verdadero significado de la responsabilidad corporativa. El futuro del transporte no se debate en los tribunales de indemnización, sino en los laboratorios de ideas que desafíen todo lo que damos por sentado.















