En un sublime ejercicio de democracia participativa, donde los tractores sustituyeron a los argumentos, las recientes movilizaciones y cerrazones viales han demostrado una vez más que la mejor manera de hacerse oír es impidiendo que los demás se muevan. El resultado de esta pedagogía del bloqueo ha sido un magistral curso sobre las fragilidades de la cadena de suministro, con desabastecimiento y quebrantos que superan la astronómica cifra de dos mil 300 millones de pesos, según el parte de guerra emitido por la Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra).
En un comunicado que bien podría leerse como un epitafio a la productividad, el organismo detalló cómo, durante más de 72 horas, los tranques carreteros convirtieron las rutas logísticas estratégicas de los corredores del Bajío, Occidente y Altiplano en un inmenso estacionamiento al aire libre, generando pérdidas descomunales que algún contable poético cifró en dos mil 300 millones de pesos.
La Cámara, bajo el liderazgo de María de Lourdes Medina Ortega, ha proclamado con solemnidad que “la industria mexicana exige responsabilidad y cumplimiento”, sugiriendo que, en el gran teatro de la negociación, los cierre de vías no deberían ser el precio de la entrada.
Las Consecuencias: Un Estudio sobre el Arte del Paro Productivo
Aunque con una cortesía digna de mejor causa, la organización reconoció el feliz desenlace del forcejeo entre el gobierno Federal y los labriegos, que permitió desatascar las carreteras. No obstante, subrayó con amarga ironía que estos bloqueos han “repercutido directamente en el bienestar colectivo“, elevando el precio final de los productos de primera necesidad y provocando la agonía temporal de micro y pequeñas empresas que, en su candorosa dependencia de los suministros diarios, no habían previsto que la protesta social sería su principal proveedor de problemas.
Con la delicadeza de quien pide permiso para denunciar un despropósito, la Cámara explicó que, si bien es incuestionable el derecho a la libertad de expresión, tal vez debería considerarse que “ninguna demanda justa puede esgrimirse mediante acciones que paralicen la conectividad nacional o pongan en jaque la seguridad de la población y los eslabones productivos”. Una reflexión que, en el contexto del nuevo arte callejero, suena casi revolucionaria.
La Postura Oficial: Un Ruego por la Cordura Logística
La Canacintra, en un arranque de lucidez, agregó que el verdadero problema de consentir estos asedios viales es que inflaman los costos logísticos y socavan la fe en la estabilidad del ecosistema productivo mexicano. Vamos, que cada tractor en la carretera es un mazazo a la confianza inversionista.
Como solución a este ballet de la interrupción, sugirió con esperanza fortalecer los “mecanismos de anticipación y mesas de concertación permanente entre el Ejecutivo, los productores y los sectores industriales”. Una propuesta que, en esencia, aboga por que el diálogo ocurra antes de que las carreteras se conviertan en el foro de debate preferido de la nación.



















