El Gran Teatro Celestial de la Burocracia Atmosférica
En un acto de insondable eficiencia, el Servicio Meteorológico Nacional, esa venerable institución dedicada a traducir el capricho divino a comunicados de prensa, ha anunciado la llegada del frente frío número 10. No el undécimo, ni el noveno, sino el décimo, un número tan redondo y burocrático como los formularios que debe llenar la ciudadanía para demostrar que, efectivamente, su casa se inundó.
Este emisario gélido, bautizado con la frialdad de un serial killer administrativo, no viene solo. Lo acompañan sus secuaces: lluvias fuertes con aires de tragedia griega, descargas eléctricas que iluminan la miseria, granizo que cae como monedas de hielo de un cielo en quiebra, y vientos intensos que soplan con la furia de un contribuyente ante una nueva ley fiscal. Los estados elegidos para este espectáculo son Chihuahua, Coahuila, Oaxaca y Chiapas, territorios que, por una vez, reciben atención nacional sin tener que pedirla por favor.
El Meticuloso Reparto del Caos
El reporte, un documento que rivaliza en complejidad con el presupuesto federal, detalla con precisión quirúrgica las lluvias más intensas. Entre 25 y 50 milímetros caerán sobre el norte, como una lluvia de datos estadísticos que nadie leerá. Mientras, chubascos de menor categoría se dignarán a mojar Nayarit, Jalisco y otros estados, en una clara demostración de la jerarquía de la desgracia. Las precipitaciones “aisladas” en Sinaloa o Morelos son como los diputados suplentes: presentes, pero sin mayor impacto.
La advertencia culmen de este sainete es sublime en su absurdidad: las lluvias podrían provocar inundaciones y deslaves. Una revelación comparable a anunciar que el fuego quema. Ante esta perogrullada institucional, la solución magistral es un llamado a “mantenerse informado” y seguir las recomendaciones de Protección Civil, ese organismo que, como un héroe de tragedia clásica, llega siempre en el tercer acto, cuando la ruina ya es un hecho consumado.
El Carnaval de los Vientos y las Temperaturas
En el norte, el viento alcanzará velocidades de 65 a 80 km/h, suficientes para llevarse techos, árboles y, con un poco de suerte, algunas promesas de campaña. Se prometen torbellinos o tornados en Chihuahua y Coahuila, quizás como metáfora del remolino político que habitualmente azota esas regiones. Mientras, en el Golfo de México, se desatará la “Surada“, un fenómeno que suena a ventisca boutique, con rachas de vino caro y aire acondicionado de lujo para Nuevo León y Tamaulipas.
El colmo de este schizophrenic termal lo pondrán las temperaturas: desde los -5 grados en las sierras, un frío capaz de congelar el alma y cualquier esperanza de desarrollo, hasta los 40 grados en el Pacífico Sur, un calor que derrite el asfalto y la paciencia. Es el eterno vaivén mexicano, donde en un mismo día puedes morir congelado y achicharrado, dependiendo de qué curva de la carretera tomes.
La explicación final del SMN es una obra maestra del galimatías técnico: la interacción del frente frío número 10 con una vaguada (¿estado anímico de la atmósfera?), canales de baja presión y la onda tropical número 39. Suena menos a un pronóstico del tiempo y más a la agenda de una convención de fenómenos naturales donde todos discuten protocolos y jurisdicciones. En este gran teatro, al ciudadano solo le queda agradecer la información, abrocharse el cinturón y esperar que el décimo frente sea tan ordenado en su retirada como lo fue en su anunciada llegada.




















