El despertar de la Generación Z y su impacto en la política mexicana

En mi larga trayectoria analizando ciclos de protesta social, he aprendido que cada generación encuentra su propio lenguaje para la disidencia. Lo que hemos presenciado con el llamado Movimiento Z en México no es una excepción, sino un capítulo más en esta historia, escrito con los códigos del siglo XXI: memes, inteligencia artificial e iconografía del anime. Recuerdo, a principios de los 2000, cómo se subestimaba el poder de las redes incipientes; hoy, ver a un gobierno entero reaccionar ante una protesta viralizada confirma una lección que la teoría política a menudo pasa por alto: la potencia narrativa ahora reside en lo simbólico y lo digital tanto como en las consignas tradicionales.

La chispa que encendió este episodio—el brutal asesinato del alcalde Carlos Manzo—nos recuerda una triste constante en nuestro país: la violencia sigue siendo un catalizador político ineludible. Sin embargo, la respuesta desde Palacio Nacional, descalificando el movimiento como un producto de bots y desinformación internacional, me evocó viejos manuales de control político. He visto antes esta estrategia de restar autenticidad a la indignación ciudadana, y siempre, sin falta, subestima el malestar real que la alimenta. Cuando la Presidenta dedicó tanto espacio en sus conferencias a desacreditarlo, inconscientemente validó su relevancia, tal como señaló acertadamente la especialista Andrea Samaniego. En este oficio, se aprende que la atención oficial es un termómetro infalible de la percepción de riesgo.

La masiva concentración del 15 de noviembre en el Zócalo, con sus tristes secuelas de heridos y detenidos, demostró una capacidad de convocatoria que tomó a muchos por sorpresa. Pero aquí yace otra lección práctica acumulada tras años de observación: la sostenibilidad es el verdadero desafío. Las convocatorias posteriores, con una participación menguante, reflejan una debilidad común en los movimientos orgánicos de la era digital: la dificultad para transitar de la indignación viral a un pliego petitorio concreto y una estructura organizativa resiliente. La diversidad de agendas y la falta de liderazgos definidos, mientras son fuente de frescura, también pueden llevar a una rápida dispersión.

Ahora, en su aparente pausa, es cuando debemos prestar mayor atención. Los expertos tienen razón al señalar que las condiciones de fondo—la precariedad laboral endémica, la imposibilidad de acceder a una vivienda, la omnipresencia de la violencia criminal—lejos de resolverse, se agudizan. El movimiento puede estar inactivo, pero el caldo de cultivo del descontento juvenil sigue hirviendo a fuego lento. La historia nos enseña que estos periodos de quietud no son el final, sino intervalos. La Generación Z ha demostrado que puede sacudir el debate nacional y poner en jaque narrativas oficiales. La pregunta que queda, y que solo el tiempo responderá, es si podrá canalizar esa energía disruptiva hacia una influencia política duradera y transformadora, o si será recordada como otra explosión de furia contenida. Mi experiencia me dice que ignorar su malestar sería un error costoso para la estabilidad social.

RELACIONADOS

Ultimas Publicadas

Matamoros

¿QUÉ PASO AYER?

ANUNCIATE CON NOSOTROS

Scroll al inicio