Nacional
El Diluvio Burocrático en Morelos, un Acto de Absurdo Gubernamental
La naturaleza se ensaña mientras la burocracia despliega su ineficacia magistral en un espectáculo de absurdo institucional.

En un despliegue de eficacia casi sobrenatural, las aguas celestiales decidieron otorgar a los distinguidos ciudadanos de Morelos un imprevisto sistema de navegación urbana, transformando calles en ríos y avenidas en canales venecianos administrados por la más excelsa incompetencia.
El epicentro de este nuevo parque acuático, gratuito y de dudosa gestión, se ubicó en los municipios de Jiutepec y Emiliano Zapata, donde el elemento líquido alcanzó alturas olímpicas de 1.80 metros, permitiendo a los habitantes practicar natación desde la comodidad de su sala. Afortunadamente, el Grupo USAR de la Cruz Roja, compuesto por héroes que luchan contra la estupidez humana institucionalizada, acudió a evacuar a 28 náufragos de este moderno Titanic tropical, abandonados a su suerte por el capitán del barco estatal.
Mientras los ciudadanos remaban para salvar sus pertenencias, la maquinaria gubernamental se puso en marcha con la celeridad de un funeral. La Coordinación Estatal de Protección Civil, en un alarde de proactividad, se dedicó a contar meticulosamente las 190 viviendas afectadas, tal vez con la esperanza de que los números se evaporasen como el agua estancada. Mientras tanto, el Ayuntamiento de Emiliano Zapata, en un gesto de magnanimidad sin precedentes, estableció un refugio temporal, un palacio de láminas y desesperanza donde los damnificados podían contemplar la magnitud de la solidaridad estatal.
La naturaleza, imitando el caos administrativo, se desató con furia: el río Salado, quizás hastiado de su nombre, se desbordó con la elegancia de un toro en una cacharrería, obligando al cierre de la autopista Cuernavaca-Acapulco. No contento con esto, el concierto del grupo Matute fue suspendido, sumando la tragedia cultural a la hidrológica, en lo que solo puede describirse como un apocalipsis de entretenimiento.
Frente a la catástrofe, la respuesta de las dependencias fue un ballet burocrático de precisión absurda: el SAPAC trabajaba para restablecer un servicio que nunca fue constante, la Secretaría de Desarrollo Sustentable activó un operativo de emergencia para limpiar lo que debió mantenerse limpio, y las autoridades, en un arranque de genialidad, exhortaron a la ciudadanía a no tirar basura en las calles, como si los escombros de la negligencia no fuesen ya el paisaje urbano predominante.
El pronóstico anuncia más precipitaciones, porque en el gran teatro del absurdo morelense, el espectáculo debe continuar. La población, ahora experta en navegación de aguas bravas y en el arte de la paciencia burocrática, aguarda resignada la próxima actuación de sus gobernantes, esperando que, tal vez, la próxima vez el diluvio se lleve también los escritorios desde donde se gestiona tan magníficamente la desgracia ajena.

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