El erario celebra su anual desfile de observaciones sin solventar
En un acto de realismo mágico burocrático que haría palidecer a García Márquez, el congreso mexicano celebró su ritual anual de aprobación de lo imposible: avalar que cincuenta y dos mil millones de pesos se esfumaron como por arte de magia, pero sin la molestia de mostrar truco alguno. La Cámara de Diputados, en un alarde de coherencia orwelliana, declaró que lo observado no existe y lo desaparecido nunca estuvo aquí.
La votación fue un ejercicio de tautología democrática: 335 votos por la realidad alternativa de Morena y sus acólitos, contra 127 votos por la realidad incómoda de la oposición. Las mayorías, como bien saben los estudiantes de nueva matemática política, tienen el divino poder de convertir desfalcos en meras anécdotas y irregularidades en tecnicismos.
La Auditoría: ese incómodo recordatorio de que el dinero debería tener dueño
La Auditoría Superior de la Federación insiste en su quijotesca costumbre de contar lo que nadie quiere escuchar. Su informe revela que de las 2,369 auditorías realizadas, surgieron observaciones por 53,741 millones de pesos -cantidad suficiente para comprar varias islas caribeñas o financiar la cultura de la transparencia durante siglos.
Lo más notable del proceso fue el esfuerzo hercúleo por recuperar los recursos: después de treinta días de intensa búsqueda, cero pesos adicionales fueron rescatados del agujero negro de la administración pública. Los 51,979 millones restantes parecen haber iniciado una nueva vida en algún paraíso fiscal, lejos del molesto escrutinio de los contadores.
El catálogo de la creatividad contable: cómo perder dinero sin mover un dedo
Las irregularidades identificadas constituyen una verdadera enciclopedia de la ingeniería financiera: pagos a fantasmas, sobrecostos creativos, gastos en universos paralelos y la siempre popular categoría de dinero que simplemente prefirió desaparecer. Cada dependencia ha desarrollado su estilo particular en este ballet de las finanzas públicas.
La Secretaría de Turismo demostró su vocación innovadora perdiendo 2,593 millones principalmente en el Tren Maya, proyecto que parece costar más en realidad alterna que en la terrenal. Pemex, nunca fuera de moda, aportó su cuota de 2,058 millones en lo que podríamos llamar “aportaciones al patrimonio de no se sabe quién”.
Mientras la Secretaría de Salud compraba medicamentos caducos por 1,257 millones -quizás para tratar pacientes del futuro-, el IMSS demostró que en materia de pérdidas contables no se queda atrás con 1,245 millones que simplemente declinaron seguir existiendo.
Los estados federados: cuando el federalismo significa repartirse las pérdidas
El Estado de México, Veracruz, Nuevo León y Baja California Sur lideran el ranking de la imaginación fiscal, demostrando que cuando se trata de no explicar gastos, la competencia es saludable. En conjunto, las entidades federadas han perfeccionado el arte de hacer desaparecer 40,801 millones de pesos -cantidad que haría ruborizarse a David Copperfield.
Como bien señaló un diputado opositor durante el debate, durante la actual administración se han acumulado observaciones por 303,000 millones de pesos. Cifra que en cualquier otro país provocaría un estado de emergencia nacional, pero que aquí merece apenas una nota al pie en el gran relato de la austeridad republicana.
En el México contemporáneo, la rendición de cuentas se ha convertido en un ejercicio literario donde las cifras son metáforas, los desfalcos son errores de interpretación y la aprobación parlamentaria es el final feliz que todos esperaban. Mañana será otro día, y otros cincuenta y dos mil millones esperarán su turno para desaparecer.




















