El Gran Escalón de la Igualdad: Un Peldaño Hacia la Gloria Burocrática
En un alarde de ingenio legislativo que dejaría pálido al mismísimo Jonathan Swift, el augusto Senado de la República ha descubierto la Piedra Filosofal de la inclusión: un escalón. Sí, ha leído bien. No se trata de reformas estructurales profundas ni de combatir la desigualdad económica que mantiene a millones en la pobreza, sino de la revolucionaria invención de un taburete con pretensiones constitucionales.
Foto: El Universal. La senadora muestra el artefacto que, según fuentes no confirmadas, podría resolver también la crisis económica si se le coloca en la tesorería.
La ilustre senadora Cynthia López Castro, en un arrebato de lucidez que seguramente la mantuvo despierta varias noches, ha presentado una iniciativa legislativa para consagrar en la ley ese objeto que hasta ahora habitaba en el anonimato de las cocinas: el escalón universal. No se confunda, no es cualquier escalón. Es universal, lo que significa que probablemente funcione en múltiples dimensiones y realidades paralelas.
“Esta iniciativa busca que se reconozca la diversidad corporal”, proclamó la parlamentaria con la solemnidad de quien anuncia el descubrimiento de la penicilina. Por supuesto, el reconocimiento de dicha diversidad comienza y termina en la altura, porque ¿quién necesita políticas integrales cuando puedes tener un apoyo técnico obligatorio?
Las cifras, como en toda buena sátira, son deliciosamente absurdas. Mientras el INEGi reporta 8.8 millones de personas con alguna discapacidad, el enfoque se centra en las aproximadamente 30 mil personas de talla baja. Una eficiencia burocrática admirable: atenderemos el 0.3% del problema con el 100% de nuestra atención mediática.
El Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación, en su infinita sabiduría, ha determinado científicamente que la estatura de estas personas oscila entre 0.81 y 1.34 metros. Cifras precisas para un país donde ni siquiera sabemos cuántos pobres existen realmente, pero sabemos exactamente cuántos centímetros mide cada ciudadano.
Lo verdaderamente glorioso es que este escalón universal se colocará al mismo nivel que el sistema braille y la lengua de señas mexicana. ¿Por qué simplificar trámites kafkianos o garantizar atención médica universal cuando podemos poner un escalón frente a la ventanilla burocrática?
“Queremos que todas las personas puedan abrir una puerta, tomar transporte o realizar trámites sin depender de nadie”, declaró la senadora, inadvertidamente describiendo una utopía anarquista donde el Estado se reduce a proporcionar escalones mientras los ciudadanos resuelven todo lo demás por sí mismos.
Así avanzamos hacia ese México igualitario e inclusivo soñado, donde todos tendremos derecho a subirnos al mismo escalón para vislumbrar, aunque sea por un momento, las alturas de una sociedad que prefiere las soluciones simples a los problemas complejos, los gestos grandilocuentes a los cambios estructurales, y los escalones universales a la justicia social verdadera.
¿Qué sigue? ¿Quizá una ley que garantice oxígeno universal para quienes respiran? O mejor aún: ¿deberíamos legislar la gravedad para que sea más indulgente con nuestros conciudadanos? El genio legislativo, una vez liberado de su lámpara, no conoce límites.