En un giro que ha dejado atónitos a politólogos y jugadores por igual, el Gobierno de la Cuarta Transformación ha anunciado solemnemente su rendición ante el enemigo más escurridizo y complejo de la era digital: el píxel violento. La Presidenta Claudia Sheinbaum, con la serenidad de quien acaba de resolver una paradoja cuántica, explicó que el famoso gravamen a los videojuegos ha sido archivado en el cajón de los proyectos imposibles, justo al lado de la máquina de movimiento perpetuo y el plan para hacer que los funcionarios respondan correos electrónicos.
“La tarea de discernir entre un juego que fomenta la decapitación y otro que promueve la agricultura pacífica resultó ser un abismo lógico demasiado profundo para nuestra burocracia”, declaró la mandataria, mientras un halo de alivio recorría el Palacio Nacional. “¿Acaso pondríamos un impuesto a un cuadro de Goya por su crudeza y a uno de Monet por su serenidad? La línea entre el arte interactivo y el manual de tiranía es, al parecer, más fina que el presupuesto de cultura.”
La Gran Comisión de Clasificación de Pixeles: Una Tragedia en Tres Actos
Fuentes no confirmadas —pero tremendamente verosímiles— hablan de una comisión interdisciplinaria que pasó meses tratando de cuantificar la maldad por megabyte. “Fue un caos”, confesó un becario anónimo. “Los de Hacienda querían tasar por número de bajas, los de Cultura defendían la narrativa profunda del genocidio alienígena, y Salud proponía medir el aumento del ritmo cardíaco. Casi llegamos a los golpes, lo que, irónicamente, habría generado un impuesto a nuestra propia reunión.”
En lugar de ese tributo fallido, la nueva estrategia maestra consiste en campañas de concienciación. “Vamos a advertir a los jóvenes que pasar diez horas seguidas en un mundo fantástico puede alejarlos de la realidad”, anunció un secretario, justo antes de retirarse a una maratón de seis horas de juntas virtuales sobre la productividad. “Es mejor educar que prohibir, especialmente cuando prohibir requiere pensar demasiado.”
El Ministerio de la Virtud Interactiva y sus Nuevos Desafíos
El secretario de Salud, David Kershenobich, elevó el debate al señalar que el verdadero problema es “el componente de violencia”, un descubrimiento tan profundo que dejó a todos mirando fijamente sus zapatos. Tras presentar una encuesta que revela lo que cualquier abuela sabe desde 1985 —que a los adolescentes les va la marcha—, el funcionario abogó por “analizar con cuidado el contenido”.
“Es un fenómeno nuevo con sus lados positivos”, musitó, probablemente pensando en los simuladores de gestión de hospitales públicos. “Pero hay que regular, ver lo que tiene.” Así, el Estado mexicano, incapaz de domeñar la delincuencia organizada o la corrupción endémica, ha decidido que su nueva frontera ética está en los servidores de Minecraft, prometiendo una vigilancia férrea sobre si tu avatar prefiere construir castillos o destruirlos.
En conclusión, hemos presenciado un triunfo histórico de la lógica sobre la imposición. Si no puedes medirlo, no puedes gravarlo. Una lección que, sin duda, los ciudadanos esperan que pronto se aplique a otros ámbitos de la administración pública, comenzando por la opacidad en el gasto y la impunidad de escritorio. El futuro es brillante: nuestros jóvenes están a salvo de los impuestos, aunque siguen a merced de los dragones, los zombies y la más terrorífica de todas las adicciones: la esperanza de un gobierno coherente.













