El Estado redescubre su obligación educativa tras décadas de olvido

El Gran Redentor Concretizado

En un acto de contrición monumental, el Estado Mexicano, tras lustros de apostasía neoliberal, ha redescubierto con estruendoso júbilo una reliquia arqueológica de incalculable valor: el artículo tercero constitucional. Resulta que, contra todo pronóstico de los sumos sacerdotes del mercado, proveer educación no era una sugerencia amable, sino una obligación. ¡Vaya hallazgo!

La ceremonia de autofelicitación por realizar la tarea básica que durante décadas fue considerada una quimera utópica.

La Máxima Sacerdotisa de la Cuarta Transformación proclamó, entre vítores, la novedosa doctrina: “La educación privada no debe sustituir a la pública, so pena de convertir el saber en privilegio de ricos”. Una herejía para los evangelios de la austeridad republicana que durante treinta años nos enseñaron que los derechos eran, en el mejor de los casos, servicios con costo.

El plan, tan ambicioso como elemental, consiste en construir universidades. ¡En cada municipio! Una idea tan revolucionaria que parece sacada de un manual de sentido común de los años 50. Mientras, miles de jóvenes, en un acto de fe burocrática, aceptan estudiar por telepatía digital —antes llamada “educación a distancia”— a la espera de que el ladrillo y el cemento alcancen a la demografía.

La Nueva Geografía Política del Conocimiento

El oriente del Estado de México, esa tierra prometida de desarrollo urbanístico caótico y servicios públicos mitológicos, será el nuevo Patio de los Gentiles del saber. Junto a los templos del conocimiento, se prometen colectores para aplacar la ira de los dioses de las lluvias y conducciones de agua potable, ese líquido legendario que algunos confunden con un espejismo.

La consagración de esta nueva epopeya lleva el nombre de Rosario Castellanos</strong, cuya lucha por la igualdad es ahora instrumentalizada en discursos que harían sonrojar a la mismísima ironía. La igualdad sustantiva, un concepto tan profundo como una charca, se reduce a la inauguración de edificios con nombre de mujer ilustre.

El Mecanismo de la Absolución Gubernamental

Mientras, el ejército de burócratas educativos desfila para enumerar sus hazañas: 20 preparatorias aquí, 35 escuelas convertidas allá, y la siempre eficaz estrategia de la ampliación vespertina. Se ofrecen carreras que suenan a futuro —inteligencia artificial, ciencia de datos— en una tierra donde el drenaje y el agua corriente aún son materias pendientes. Una sublime alegoría de la modernidad que salta sobre las bases materiales de la existencia.

La ceremonia concluye. Los funcionarios se retiran, satisfechos. El Estado ha cumplido. Hoy, ha recordado que su deber es educar. Mañana, quizás redescubra que su obligación es también gobernar con eficacia y sin tanto boato. Pero eso, amigos, sería pedirle peras al olmo. Mientras, celebremos este pequeño milagro: que el poder ejecute, por fin, lo que el poder mismo escribió en la ley fundamental hace ya casi un siglo.

RELACIONADOS

Ultimas Publicadas

Matamoros

¿QUÉ PASO AYER?

ANUNCIATE CON NOSOTROS

Scroll al inicio