En un giro tragicómico que hubiera deleitado a los más cínicos observadores de la condición humana, el oráculo estatal, también conocido como la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2025, ha desvelado su profecía anual. El veredicto es claro y contundente: la juventud mexicana, ese sector poblacional en el que supuestamente depositamos las esperanzas de un mañana radiante, está compitiendo con denuedo por el título de generación más atribulada, y va ganando por goleada.
La Fábula de la Vulnerabilidad Prioritaria
El sumo sacerdote de la salud pública, David Kershenobich, descendió del Olimpo burocrático para anunciar con grave solemnidad lo que cualquier padre, maestro o simple transeúnte con dos ojos en la cara ya sabía: los adolescentes son un desastre emocional andante. Los datos, esos fríos números que tanto adora la tecnocracia, pintan un cuadro donde el malestar psicológico campa a sus anchas, especialmente entre las jóvenes, como si la combinación de hormonas revolucionarias y un mundo en llamas no fuera la receta perfecta para la felicidad plena. La brecha generacional, nos informan, no es de ideas, sino de desesperanza: los adultos apenas cojean en la carrera del sufrimiento, mientras la juventud corre a toda velocidad hacia el abismo.
El Manual del Perfecto Suicida (Edición para Principiantes)
La encuesta, con la delicadeza de un manual de ingeniería, desglosa las etapas del comportamiento suicida como si fueran los niveles de un videojuego siniestro. Y, ¡oh sorpresa!, los adolescentes lideran la tabla de puntuaciones en ideación, planificación e intento. Las mujeres jóvenes, en un alarde de igualdad de género en el ámbito más lúgubre, se alzan como las campeonas indiscutibles. Mientras, la sociedad adulta, ocupada en discutir memes y subir fotos de sus desayunos, observa estos índices con la misma perplejidad con la que mira una ecuación diferencial.
Violencia, Apuestas y Píxeles: El Tridente del Ocio Moderno
Pero no todo es angustia existencial pura. La juventud también sabe divertirse. La exposición a la violencia física, emocional o sexual se disfruta casi el doble que entre los mayores, un pasatiempo nacional que goza de excelentes ratings. Para los momentos de relax, siempre está la emoción de los juegos de azar, donde los adolescentes apuestan al doble de ritmo que sus progenitores, quizás buscando en la suerte ciega el futuro que el sistema les niega. Y cuando todo falla, queda el consuelo luminiscente de los videojuegos problemáticos, un universo paralelo donde al menos se puede controlar algo, aunque solo sea un avatar pixelado.
La Solución Oficial: Un Llamado a la Vigilancia Benévola
Ante este panorama de jolgorio distópico, las autoridades, con la inventiva que las caracteriza, han esgrimido su arma más poderosa: el subrayado. Subrayan que esto es una prioridad. Subrayan la necesidad de detección temprana. Subrayan el llamado a padres y maestros para que, con su fino olfato, identifiquen las señales de alerta en medio del ruido diario y canalicen a los jóvenes hacia los servicios especializados, esos mismos que suelen tener listas de espera más largas que la adolescencia misma. La estrategia nacional, en su esencia, consiste en pedirle al sistema que se auto-cure, mientras sigue generando la enfermedad a un ritmo industrial. Una farsa sublime, digna de los mejores satíricos: diagnosticar con precisión milimétrica el hundimiento del barco, mientras se sigue vendiendo billetes para el viaje.









