El Mando que Cuestionó el Poder del Estado
En un giro que pasó desapercibido para muchos, el General de División Francisco Jesús Leana Ojeda, quien este 16 de septiembre encabeza el Desfile Militar como Comandante del Ejército Mexicano, hizo unas declaraciones en Sinaloa que merecen una revisión exhaustiva. ¿Qué lleva a un alto mando militar a afirmar que el restablecimiento del orden no depende primordialmente de las Fuerzas Armadas, sino de la voluntad de los grupos delictivos en pugna?
La investigación de sus declaraciones, realizadas en septiembre de 2024 en el epicentro de la guerra entre facciones del Cártel de Sinaloa, pinta un panorama inquietante. Acompañado del Gobernador Rubén Rocha, el entonces comandante de la Tercera Región Militar sentenció: “Esperemos que sea lo más rápido posible (el paso de la violencia), pero no depende de nosotros, depende de los grupos antagónicos que dejen de hacer su confrontación”.
La persistencia de este medio logró una aclaración aún más reveladora. Ante la pregunta insistente de si la seguridad dependía de estos grupos, su respuesta fue contundente: “Depende de ellos, son los que hacen las agresiones y los que están cobrando vidas; nosotros no, al contrario, estamos acá para evitar que tengan confrontaciones”. Esta admisión, grabada y verificada, plantea una pregunta crucial: ¿Se estaba normalizando la idea de que los cárteles son un actor con el que hay que negociar la paz?
Lo que sucedió después sugiere que estas palabras tuvieron un eco inmediato en los niveles más altos del poder. Un mes después, en un movimiento que expertos consultados califican de “rápido y atípico”, Leana Ojeda fue reasignado a comandar la Primera Región Militar en la Ciudad de México, coincidiendo con el arranque del sexenio de la Presidenta Claudia Sheinbaum.
El recorrido profesional del General Leana Ojeda, nacido en Cuautla, Morelos, es impecable en el papel: formado en el Heroico Colegio Militar, con una Maestría en Administración Militar y un Diplomado en el Centro de Investigación y Seguridad Nacional. Ha ocupado cargos clave, desde Director del Centro de Idiomas del Ejército hasta Agregado Militar Adjunto en Canadá. Sin embargo, su ascenso en julio pasado a la recién creada Comandancia del Ejército Mexicano —un puesto estratégico para la doctrina y el despliegue de tropas—, tras su polémica estancia en Sinaloa, invita a un análisis más profundo.
La conclusión de esta investigación no es sobre un hombre, sino sobre un sistema. Las declaraciones de Sinaloa y el subsiguiente ascenso del general revelan una tensión no resuelta en la estrategia de seguridad nacional: la lucha entre la imposición absoluta del Estado de derecho y la gestión pragmática de un conflicto que, según algunos mandos en campo, excede su capacidad de control. Mientras la confrontación en Sinaloa continúa, las palabras del Comandante Leana Ojeda permanecen como un testimonio incómodo de los dilemas éticos y operativos que definen la guerra contra el narcotráfico en México.