En un alarde de modestia ejemplar, un sesudo estudio del Banco Interamericano del Desarrollo (BID) ha develado que México, la joya de la corona latinoamericana, ha decidido noblemente abdicar de la vulgar carrera por la productividad. Nuestra nación, en un acto de humildad sin precedentes, se conforma con un Producto Interno Bruto (PIB) agrícola del 4%, muy por debajo del promiscuo promedio regional del 6%. He aquí el nuevo milagro mexicano: generar el 15% del empleo y contribuir con el 24% de las exportaciones totales de la región, pero con la elegancia de quien lo hace sin querer mancharse las manos de tierra.
La aristocracia del atraso y los plebeyos de la eficiencia
El informe, una oda a las contradicciones, nos ilustra que mientras Paraguay, Bolivia, Honduras y Nicaragua se empeñan en la plebeya tarea de superar el 10% de su PIB agrícola –casi con el sudor de la frente–, México y Chile cultivan el arte de la refinada ineficiencia, manteniéndose por debajo del 4%. Es la nueva división internacional del trabajo: unos se dedican a producir alimentos; nosotros, a producir discursos sobre la soberanía alimentaria. Una cosecha, ciertamente, más abundante.
Los desafíos épicos o cómo domar un unicornio
El documento, proféticamente titulado “Productividad agrícola en América Latina y el Caribe: Qué sabemos y hacia dónde vamos”, advierte sobre desafíos titánicos como garantizar medios de vida prósperos, reducir emisiones de gases de efecto invernadero y disminuir la contaminación. El organismo, presidido por el iluminado Ilan Goldfajn, propone como solución impulsar un crecimiento sostenible de la productividad agrícola. ¡He aquí la cuadratura del círculo! Se nos pide aumentar la producción sin expandir la frontera agrícola y sin usar insumos dañinos, como si se tratara de hacer brotar elotes de los discursos de autoelogio. Una oferta estable de alimentos nutritivos durante todo el año sería, en este panorama, el equivalente agrónomo a encontrar el Santo Grial.
El BID, con una fe conmovedora en el sentido común, subraya que este acto de magia moderna será clave para fortalecer el poder adquisitivo de los hogares rurales y proteger los recursos naturales. Mientras tanto, en los fértiles campos de la realidad, los únicos brotes verdes y vigorosos parecen ser los de la retórica oficial.















