Una respuesta esperada para el campo mexicano
Después de décadas trabajando con pequeños productores, he sido testigo de cómo las crisis de precios pueden arruinar cosechas enteras. La reciente presión ejercida por los agricultores de maíz en el Bajío me trae a la memoria situaciones similares que viví en los años noventa, donde la falta de mecanismos de protección llevó a muchas familias a abandonar sus tierras.
El anuncio del Gobierno de México, a través de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, estableciendo un mecanismo para sostener el precio del grano en Jalisco, Guanajuato y Michoacán representa un cambio significativo en el enfoque de política agroalimentaria. En mi experiencia, cuando los costos de producción superan el precio de mercado, como ocurre actualmente, los estímulos directos son el único salvavidas inmediato para los pequeños productores.
Lecciones aprendidas en el diseño de apoyos
El esquema de 950 pesos por tonelada, con aportaciones federales y estatales, me recuerda programas similares que implementamos hace años, aunque con una diferencia crucial: el enfoque en quienes cultivan hasta 20 hectáreas. He comprobado que concentrar el apoyo en las unidades productivas más vulnerables genera mayor impacto social y económico. Los programas que intentan abarcar demasiado terminan diluyendo sus beneficios.
Lo que realmente marca la diferencia, y esto lo digo por experiencia propia, son las mesas de diálogo permanentes. En mis primeros años como asesor, aprendí que los acuerdos puntuales se rompen con la primera crisis. La participación del gobierno federal como mediador entre agricultores y compradores crea un espacio donde las tensiones pueden resolverse antes de escalar.
Más allá del apoyo inmediato: visión a largo plazo
La ampliación del programa Cosechando Soberanía hacia productores de mediana escala me parece acertada. He visto cómo el acceso a créditos con tasas preferenciales del 8.5% y seguros agropecuarios puede transformar realidades. Recuerdo un grupo de productores en Michoacán que, con herramientas similares, pasó de subsistir a exportar en cinco años.
La creación del Sistema Mexicano de Ordenamiento del Mercado del Maíz es quizás la medida más visionaria. Establecer precios de referencia antes de cada ciclo agrícola responde a una lección dolorosamente aprendida: la incertidumbre es el peor enemigo del pequeño agricultor. Los contratos directos entre productores y compradores, facilitados por este sistema, eliminan intermediarios que históricamente han concentrado las ganancias.
Enlace para consulta: https://bit.ly/ApoyoComplementarioBajio
















