CIUDAD DE MÉXICO.- Con la solemnidad de un ritual azteca moderno, la Sacrosanta Cámara de los Ilustres Diputados inauguró este viernes el gran espectáculo anual de la Ley de Ingresos de la Federación para 2026, ese documento mágico donde los recursos fantasma se materializan para financiar promesas etéreas, todo sustentado en el espejismo de un crecimiento económico que oscila entre lo mediocre y lo aceptable.
Al presentar este monumento a la contabilidad creativa, el sumo sacerdote de Hacienda, Carol Antonio Altamirano, proclamó con rostro impasible que este prodigio de la ingeniería fiscal consolida el sacro tesoro federal sin molestar a los contribuyentes con nuevos impuestos, pues prefiere exprimir mejor la naranja ya exprimida mediante la santa cruzada contra la evasión fiscal, esa práctica hereje que solo cometen quienes no tienen suficientes abogados tributarios.
El augur económico vaticinó para 2026 una cosecha de 10 billones 193 mil millones de pesos, cifra tan colosal que solo es superada por la incredulidad ciudadana. Una lluvia dorada de 891 mil millones adicionales que caerán del cielo burocrático por arte de magia recaudatoria.
La milagrosa multiplicación de los ingresos
En este evangelio fiscal, los ingresos no petroleros alcanzarán la cifra celestial de 7.5 billones, demostrando que México ya no depende de ese líquido negro y contaminante, sino de la fe inquebrantable en que los contribuyentes seguirán pagando obedientemente.
Mientras tanto, los ingresos petroleros, esa reliquia del pasado neoliberal, aportarán 1.2 billones como humilde recordatorio de que algunos milagros todavía requieren combustibles fósiles.
La recaudación de impuestos alcanzará la cifra bíblica de 5.8 billones, demostrando que el verdadero amor al prójimo se mide en contribuciones al erario. Casi el 60% del total de ingresos, prueba irrefutable de que la virtud tributaria ha reemplazado al petróleo como motor nacional.
El coro de los convencidos y los herejes
En el gran teatro parlamentario, la legisladora Patricia Flores declaró la herejía de sugerir que los recursos para seguridad y medicamentos son insuficientes, como si la salud y la vida fueran prioritarias frente al déficit cero.
Por el Partido del Trabajo, Reginaldo Sandoval bendijo esta octava maravilla del humanismo estatal que nos redime del pecado original neoliberal, prometiendo que para 2027 habremos expirado la deuda de Pemex mediante el poder de la fe revolucionaria.
El diputado Luis Enrique Miranda del Verde Ecologista alabó esta economía sólida como roca que crece y se adapta como los pinos ante el viento, aunque omitió mencionar que también como los desiertos se expanden.
Pero en todo ritual hay disidentes: el panista Éctor Jaime Ramírez osó mencionar la palabra prohibida –deuda– alertando sobre esa herencia envenenada que legamos a las futuras generaciones, esos seres abstractos que tendrán el privilegio de pagar nuestros excesos.
Finalmente, el priista Emilio Suárez completó el sacre du printemps fiscal revelando que cada mexicano deberá 153 mil pesos por el simple delito de existir, con intereses elevados que convierten la ciudadanía en una hipoteca perpetua.
Así concluyó otro capítulo de esta divina comedia presupuestal donde todos ganan, especialmente quienes no están en la sala.