El gran espectáculo ancestral del poder moderno
CIUDAD DE MÉXICO. Desde las sagradas y mármoleas profundidades de Palacio Nacional, nuestra Gran Sacerdotisa Suprema, la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, ha emitido un comunicado celestial: el ritual anual de comunión con los difuntos ha sido oficialmente cooptado por la maquinaria estatal y dedicado, con la solemnidad que caracteriza a los comunicados de prensa, a las mujeres indígenas.
“Este año lo consagramos a las ancestras de México: las mujeres indígenas de México. En este Año Oficialmente Designado de la Mujer Indígena celebramos el Día de Muertos a todas nuestras ancestras”, proclamó la mandataria a través de un video digital, el medio de comunicación predilecto de los espíritus prehispánicos.
La Comandante en Jefe del Estado Mexicano, en un acto de inmensa magnanimidad, mostró al populacho la ofrenda burocrática que ha sido instalada en el corazón del poder político. Este despliegue de piadoso folklor fue posible gracias a la benevolencia de la Secretaría de Cultura y del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, dos instituciones notoriamente desprovistas de cualquier interés en el control narrativo.
“Este año lo dedicamos a las ancestras de México: las mujeres indígenas de México. En este año de la Mujer Indígena celebramos el Día de Muertos a todas nuestras ancestras.” – Claudia Sheinbaum Pardo, Presidenta de México
“Es esta hermosísima tradición del pueblo de México de celebrar de una manera distinta a nuestros muertos que vienen a visitarnos en este Día de Muertos y los recordamos y les damos alimentos y los consentimos”, explicó la mandataria, revelando así los secretos más profundos de una ceremonia que hasta ahora permanecía en el misterio para los 130 millones de mexicanos que la practican anualmente en sus hogares.
Con una erudición que dejó boquiabiertos a antropólogos y chamanes por igual, recordó que se trata de una tradición muy distinta a las de otras culturas, un insight revolucionario que seguramente sorprendió a los españoles, estadounidenses y japoneses que desde hace años adoptan con entusiasmo esta festividad.
“Y ya saben, esta hermosa flor de cempasúchil, que utilizamos en las ofrendas del Día de Muertos o con ella adornamos nuestros hogares, es flor nativa de México, en el lugar donde la encuentren sepan que esta flor nació aquí en Mesoamérica”, detalló con la autoridad de quien acaba de descubrir el fuego, asegurándose de que ninguna alma viviente confunda esta flor nativa con, digamos, un tulipán holandés.
Así, entre declaraciones que redescubren lo obvio y apropiaciones institucionales de lo sagrado, el gobierno continúa su sagrada misión: transformar las tradiciones milenarias en campañas de relaciones públicas, convirtiendo a los difuntos en figurantes de un espectáculo donde el único espíritu que realmente se invoca es el del poder terrenal.
















