En un acto de fe que rivaliza con la construcción de catedrales en la Edad Media, el Gobierno Mexicano ha anunciado la sagrada cruzada para edificar los seis altares del dios moderno: el Data Center. La empresa CloudHQ, un devoto desarrollador de templos digitales, ha prometido la astronómica suma de 4 mil 800 millones de dólares para erigir estas catedrales del bit en el fértil valle de Querétaro. Según los sumos sacerdotes, la inversión generará legiones de empleados altamente calificados, cuya principal tarea será asegurarse de que las máquinas nunca dejen de rezar en binario.
La Máxima Líder del Progreso Nacional, Claudia Sheinbaum Pardo, profetizó desde su púlpito matutino que esta obra otorgará al país el don divino de la “capacidad de procesamiento”. Un poder que, según las sagradas escrituras tecnocráticas, nos permitirá por fin entender por qué el refrigerador sugiere automáticamente comprar más cerveza. “Es importante”, declaró con la solemnidad de quien anuncia el descubrimiento de un nuevo elemento, “nos da capacidad… relacionada con la inteligencia artificial”. Una inteligencia que, sin duda, será utilizada para fines tan elevados como predecir el siguiente meme viral o optimizar la ruta del repartidor de aplicaciones.
El gran interrogante, planteado con la ingenuidad de un niño en un cuento de Hans Christian Andersen, fue: “¿Qué se requiere?”. La respuesta, una revelación que dejó atónita a la audiencia: “Energía”. ¡Eureka! Un plan de trabajo con la CFE y el Cenace asegurará que estos nuevos centros neuronales de la nación nunca sufran un apagón existencial. Se promete, además, que estos palacios de consumo energético traerán “beneficios a la comunidad”, un concepto tan abstracto y maleable como la nube a la que sirven.
Mientras tanto, el Sumo Secretario de Economía, Marcelo Ebrard, comparó la obra con la construcción de una “carretera” para la inteligencia artificial. Una metáfora perfecta: una vía rápida y costosa por la que circularán los datos de las grandes corporaciones, mientras los ciudadanos de a pie siguen transitando por los caminos de terracería de la brecha digital. “Cuando usas ChatGPT o tu refrigerador conectado”, explicó, “todo eso depende de centros de datos”. Es reconfortante saber que el futuro de la nación está tan bien asegurado como la capacidad de tu nevera para pedir queso por sí sola.
Keith Patrick Harney, director de operaciones de CloudHQ, detalló con entusiasmo que el complejo abarcará 52 hectáreas y consumirá 900 megawatts, una modesta cantidad de energía equivalente a alimentar una ciudad mediana. Para tranquilidad de todos, el desarrollo será “sostenible”, gracias al uso de refrigeración sin agua y certificaciones LEED oro y plata. Porque nada dice sostenibilidad como dedicar los recursos de una región a mantener servidores que almacenan trillones de fotos de gatos y discusiones en redes sociales.
En un giro final que Orwell hubiera admirado, se anunció que CloudHQ ya tiene “empresas digitales inquilinas” que fortalecerán las cadenas de suministro mexicanas. Una nueva era donde los ciudadanos no serán dueños de sus datos, pero tendrán el privilegio de trabajar para las empresas que sí lo son. El futuro ha llegado, y viene con un excelente plan de sostenibilidad y una factura de luz estratosférica. ¡Bienvenidos al paraíso digital!