El Gran Ministerio del Encantamiento contra la Tiranía del Like
En un alarde de perspicacia digna de los más grandes descubridores de Mediterráneos, nuestra Suprema Mandataria ha declarado la guerra a los demonios digitales que atormentan a las inocentes criaturas del reino. Desde su trono en el Palacio Nacional, ha diagnosticado con precisión quirúrgica que el problema fundamental de nuestra era no son la pobreza, la violencia o la corrupción, sino la nefasta búsqueda del “me gusta” entre las adolescencias e infancias.
El Consejo de Sabios del Gobierno, en su infinita sabiduría, ha concebido una solución bifásica para este flagelo existencial. Por un lado, la prohibición de los aparatos mágicos en los templos del saber (antes conocidos como escuelas). Por otro, y he aquí la genialidad, el proyecto “25 para el 25”, una cruzada literaria que pretende repartir millones de tomos por toda América Latina como si fueran panfletos de salvación.
La Solución Definitiva: Encantar a las Masas
La máxima autoridad federal no propone meras prohibiciones tecnológicas, ¡Dios nos libre! Su visión es mucho más sublime: apuesta por el “encantamiento” que provoca la lectura. Sí, ha descubierto que el antídoto para la vanidad instagramer y los patrones de belleza impuestos por el capitalismo voraz no es la educación crítica o el fortalecimiento de la autoestima, sino sumergir a la juventud en las páginas de Cien Años de Soledad o El Quijote.
Mientras las corporaciones tecnológicas diseñan algoritmos cada vez más adictivos y las industrias cosméticas facturan billones explotando inseguridades, nuestro Gobierno Iluminado contraataca con la promoción de la lectura. Es una batalla épica: Don Quijote contra el influencer, Cervantes contra TikTok. ¿Quién necesita políticas de salud mental o regulación publicitaria cuando puedes repartir libros como si fueran aspirinas para el alma?
Esta brillante estrategia recuerda a los mejores tiempos de la Santa Inquisición, que también combatía las herejías prohibiendo y ofreciendo alternativas de salvación. Solo que ahora, en lugar de autos de fe, tenemos células de trabajo revisando cómo limitar los celulares, y en lugar de biblias, tenemos una visión distinta de promoción. El circo ya no necesita pan, ahora necesita encantamiento. ¡Aleluya!




















