El Gran Plan Michoacán o cómo domesticar el caos con burocracia

En un alarde de ingenio sin precedentes, la Sublime Administración de la Nueva Era ha develado los pormenores de su obra maestra: el Plan Michoacán. Esta faraónica estrategia, concebida tras el inconveniente de un alcalde asesinado —un detalle menor en el paisaje nacional—, promete erradicar siglos de complejidad social con la simple aplicación de obras públicas, servidores de la nación y, la joya de la corona, las milagrosas ferias del bienestar. Porque nada desactiva una célula criminal como un puesto de garnachas y una rifa.

Los Doce Mandamientos del Progreso Forzado

La Mandataria Suprema, en su sagrada conferencia matutina, desgranó los 12 ejes de esta revelación. No se trata solo de pavimentar el camino al infierno, sino de hacerlo con doble carpeta asfáltica. Se intervendrán escuelas para que los niños aprendan, entre ecuación y ecuación, a identificar el sonido de los disparos lejanos. Y para movilizar a la juventud hacia un futuro brillante, se ha instituido la Beca Gertrudis Bocanegra, un estipendio que permite a los estudiantes pagar el transporte público mientras sortean retenes no oficiales. La erradicación de la extorsión, claro está, será lograda mediante formularios en triplicado y una firme voluntad política.

El Balance de la Victoria Aritmética

El Gabinete de Seguridad, una asamblea de mariscales y generales de nombre épico, presentó con solemnidad bélica el fruto de su labor. Durante un periodo de trece lunas, la contabilidad del orden arrojó cifras gloriosas: 932 almas detenidas (la materia prima del sistema penitenciario), 23 toneladas de evidencia química confiscada (que habría alegrado muchas fiestas), 924 instrumentos pirotécnicos ilegales neutralizados y 17 cocinas de metanfetamina desactivadas. Una producción industrial digna de cualquier país en serio, solo que aquí el producto final es la anarquía.

Todo este despliegue de fuerza, eficiencia y papel membretado responde, nos aseguran, a la directriz inquebrantable de la Presidenta: fortalecer la coordinación institucional. Es decir, lograr que un ejército, una marina, una guardia nacional y un ejército de servidores públicos se pongan de acuerdo para, finalmente, organizar una feria. Mientras, en los municipios “más afectados”, la violencia y la extorsión aguardan educadamente a que pase el desfile burocrático para reanudar sus labores cotidianas. El progreso, al fin, tiene un plan. Y el plan, por supuesto, tiene un informe.

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