Nacional
El gran sorteo alfabético de la pensión estatal
Un laberinto kafkiano de letras y papeles donde la esperanza de un subsidio choca con el absurdo institucional.

En un alarde de eficiencia que solo un órgano estatal puede concebir, el Gran Ministerio de la Dadiva y el Bienestar Supremo ha desplegado su más complejo mecanismo de selección: el Alfabeto de la Salvación. Bajo la atenta mirada de nuestra benevolente lideresa, la ciudadanía longeva ha sido convocada a un ritual cuasi místico donde su derecho a no perecer de hambre depende de la letra inicial de su apellido.
Las huestes de la Tercera Edad, portando sus arcas documentales como si de reliquias sagradas se tratara, peregrinan hacia los Módulos del Bienestar. Allí, entre las sagradas horas de las 10:00 y las 14:00 –ventana temporal en la que los dioses burocráticos deciden mostrarse clementes–, se libra la batalla final por el Santo Grial: un subsidio bimestral que, en un arrebato de generosidad sin precedentes, asciende a la astronómica cifra de 6,200 pesos, suficiente para comprar media canasta básica y la ilusión de no ser completamente invisible para el Estado.
Hoy, viernes 22 del octavo mes del año del Señor 2025, les toca el turno a los ciudadanos cuyos apellidos comienzan con las letras S, T, U, V, W, X, Y, Z. Una selección que evoca los mejores tiempos de la eugenesia literaria, donde los Zimmerman y los Sánchez son puestos a prueba en su paciencia y capacidad de aguante bajo el sol. ¿No pudo usted presentarse? No tema, el sistema, en su infinita misericordia, le concede una segunda oportunidad para suplicar por lo que por derecho debería ser suyo. Vuelva el próximo viernes, si es que su corazón aguanta la espera.
Los requisitos documentales, diseñados por un comité de sabios expertos en obstáculos, incluyen desde el acta de nacimiento (para demostrar que efectivamente existe) hasta un comprobante de domicilio que no supere los seis meses de antigüedad (para demostrar que no se mudó ayer huyendo de la miseria). La Credencial para Votar, ese documento que durante las elecciones es más valioso que el oro, ahora debe presentarse junto a su CURP, su número de contacto y, quizás en un futuro no muy lejano, una muestra de ADN y una carta de recomendación de su bisabuelo.
Este monumental esfuerzo logístico, donde se prioriza el orden alfabético sobre la necesidad urgente, es presentado como un triunfo de la organización gubernamental. Mientras, los adultos mayores, auténticos héroes de esta tragicomedia, hacen cola bajo el inclemente sol, sosteniendo con temblorosas manos sus papeles, esperando que la letra con la que nacieron no sea su perdición. Bienvenidos al circo burocrático, donde el pan y el espectáculo se reparten por orden alfabético.

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