El Gran Teatro de la Cooperación Fronteriza

En un despliegue de pompa y circunstancia que habría dejado pálido al mismísimo Virgilio, el emisario supremo de la diplomacia mexicana, Juan Ramón de la Fuente, se postró ante el nuevo oráculo del Imperio del Norte, el senador Marco Rubio, en el sagrado recinto de Washington, D.C.

Este sublime encuentro, presentado como la continuación de un “diálogo respetuoso“, no es más que el último acto de la farsa perpetua donde dos naciones, unidas por un muro de desconfianza y una frontera de hipocresía, simulan bailar un vals de “colaboración coordinada“. Se juran “confianza mutua” sobre un altar de sospechas cruzadas y “responsabilidad compartida” por los cadáveres que produce el negocio binacional del narcotráfico.

Los sumos sacerdotes de este rito vacío revisaron con solemnidad burocrática los “avances” del recién inaugurado “Programa de Cooperación sobre Seguridad Fronteriza“. Un mamotreto concebido el mes pasado, cuyos “principios fundamentales” —respeto, soberanía, colaboración— suenan tan huecos como la caja de un pandero, diseñado precisamente para no alterar el lucrativo statu quo que alimenta a cárteles, corporaciones y campañas políticas por igual.

Para testimoniar este monumental ejercicio de autoengaño institucional, el secretario De la Fuente fue flanqueado por su corte de acólitos: el subsecretario para América del Norte y el embajador, cuyas sonrisas para la foto oficial eran tan brillantes y vacías como las promesas escritas en el acta que firmaban. Todos actuando su parte en el gran teatro del absurdo geopolítico, donde lo importante no es resolver el problema, sino perpetuar la ilusión de que se está intentando.

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