El Gran Circo de la Seguridad Post-Mortem
En un alarde de diligencia que solo puede ser calificado de heroico, los intrépidos paladines de Protección Civil de Culiacán han descubierto, con la sagacidad de un sabueso tras un festín, que una de las catedrales del consumo, Waldo´s, era un polvorín elegantemente disfrazado de tienda. ¡Sorpresa!
La sucursal, ubicada estratégicamente frente al mismísimo Palacio Municipal—para que las autoridades pudieran admirar su impecable cumplimiento normativo durante años—, fue finalmente clausurada por el pecado capital de la modernidad: tener una alarma contra incendios que optó por una huelga de silencio y una bodega que practicaba la sobresaturación extrema, un deporte de alto riesgo donde la mercancía desafía las leyes de la física.
La Inspectomanía: Un Bálsamo Tras la Carne Quemada
Este súbito arrebato de celo regulatorio, por supuesto, no tiene ninguna relación con el pequeño incidente ocurrido en Hermosillo, donde 23 almas fueron carbonizadas en un acto de pura negligencia corporativa. ¡Absolutamente ninguna! Es pura coincidencia que el fantasma de esos cuerpos achicharrados haya infundido el espíritu de la acción en nuestros burócratas, transformándolos de guardianes del papel sellado en aguerridos inspectores.
El coordinador Jesús Bill Mendoza Ontiveros, cuyo nombre evoca una épica bíblica-administrativa, ha anunciado con la solemnidad de un general antes de la batalla que continuarán su cruzada inspectiva. Su misión: verificar que el resto de los establecimientos de la firma no sean, también, trampas mortales decoradas con ofertas del 2×1.
El Riesgo Supremo: El Capitalismo en su Estado Más Puro
El mayor peligro detectado, nos revelan estos visionarios, no era la simple posibilidad de una conflagración. No, era algo mucho más profano: la acumulación capitalista en su expresión más cruda. Material inflamable apilado más allá de su capacidad permitida; un pecado contra el espacio y la razón, pero un himno a la maximización de ganancias. Una vez que la tienda demuestre haber domesticado su piromanía logística y su alarma decida volver a funcionar, se considerará si puede reabrir sus puertas al público incauto.
Así funciona el gran teatro de la seguridad: la tragedia enciende el reflector, la burocracia representa un drama de eficiencia y, tras el telón, el negocio de arriesgar vidas por unos pesos extra espera pacientemente a que pase el escándalo para volver a la normalidad.


















