El gran teatro del huso horario nacional

El gran teatro del huso horario nacional

En un acto de soberbia legislativa sin precedentes, los iluminados del H. Congreso de la Unión han decretado que el tiempo, ese tirano implacable, se someta a la voluntad humana. Pero solo en ciertas regiones selectas, porque decretar la relatividad para todo el país sería, claramente, una herejía administrativa.

Mediante la sacrosanta Ley de Husos Horarios Federales, nuestros sabios representantes han establecido una discriminación cronológica sin parangón. Mientras la plebe del sur y centro del territorio se pudre en la monotonía de un horario perpetuo, la aristocracia fronteriza disfrutará del sublime privilegio de alterar sus relojes dos veces al año, en un ritual de sumisión económica disfrazado de coordinación binacional.

El motivo, nos dicen con solemnidad burocrática, es mantener la armonía comercial con el vecino del norte. Porque, como bien saben los economistas más brillantes, si un ciudadano de Juárez no puede llamar a su primo en El Paso a la hora exacta, el edificio capitalista se derrumbaría como un castillo de naipes.

¿Cuándo ocurrirá este trascendental evento cósmico? El primer domingo de noviembre, a las 2:00 horas, los afortunados habitantes de municipios selectos realizarán el sagrado ritual de atrasar sus relojes. Ciudades como Reynosa, Matamoros y Piedras Negras entrarán en un estado de gracia horaria, mientras el resto del país contempla el espectáculo con la resignación de quien observa un banquete al que no fue invitado.

La lista de elegidos temporales incluye joyas como Coyame del Sotol, donde seguramente los relojes suenan diferente, o Anáhuac, donde el tiempo se ha convertido en moneda de cambio. Mientras tanto, en la Ciudad de México, los burócratas ajustan sus agendas sin necesidad de mover las manecillas, demostrando que el poder verdadero consiste en hacer que los demás cambien sus horarios mientras uno permanece inmutable.

Es el gran teatro del huso horario: una obra en dos actos donde algunos personajes tienen permiso para vivir en dos tiempos diferentes, mientras el elenco de reparto debe conformarse con una sola realidad temporal. El escenario está listo, y la función de absurdo legislativo promete temporada indefinida.

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