El huachicol muta y desafía al sistema con redes invisibles

Foto: Reforma

¿Y si el huachicol no fuera un problema de seguridad, sino un síntoma de un sistema energético obsoleto? Las denuncias por robo de hidrocarburos se dispararon un 22% en junio, alcanzando 4,241 casos, pero los datos ocultan una realidad más compleja: las redes criminales han mutado hacia un modelo de logística fantasma, usando aplicaciones digitales y puertos para mover combustible adulterado. Estados como Puebla, Estado de México y Hidalgo lideran esta economía paralela que factura millones en zonas industriales y corredores carreteros.

Mientras la Fiscalía General de la República (FGR) acumula 4,142 expedientes en 2025, las detenciones de alto impacto brillan por su ausencia. ¿La razón? El huachicol fiscal —combustible importado ilegalmente con facturas falsas— representa ahora el 60% del mercado negro, según fuentes internas de Pemex. Este fenómeno revela una brecha crítica: la tecnología del crimen avanza más rápido que los protocolos de vigilancia.

Imaginen un escenario donde drones monitorean ductos mientras bandas operan gasolineras virtuales mediante apps. Así funciona hoy el negocio en corredores como Altamira-Monterrey, donde el combustible adulterado se vende en patios industriales con la misma facilidad que un delivery de comida. La Guardia Nacional y Pemex han respondido con operativos conjuntos, pero ¿es suficiente perseguir síntomas cuando el sistema incentiva el mercado negro mediante impuestos estratosféricos y controles burocráticos?

La solución disruptiva: transformar el modelo de distribución. Blockchain para rastrear hidrocarburos, impuestos diferenciados en zonas fronterizas y cooperativas energéticas que formalicen a pequeños distribuidores. Mientras otros ven delincuentes, aquí yace una oportunidad para repensar la soberanía energética desde la innovación, no la represión. El huachicol no se erradicará con más policías, sino con un ecosistema antifrágil que convierta la crisis en reinvención.