El huracán burocrático azota con furia administrativa

El huracán burocrático azota con furia administrativa

En un espectáculo de docilidad meteorológica que haría sonrojar a cualquier fenómeno natural self-respecting, el huracán Priscilla ha iniciado su proceso de domesticación institucional, degradándose obedientemente a categoría 1 como si cumpliera con algún reglamento de la burocracia celestial. El Servicio Meteorológico Nacional anunció esta mañana con la solemnidad de quien revela un decreto imperial que el otrora temible ciclón ahora se desplaza hacia el noroeste con la previsibilidad de un informe trimestral.

Según el boletín oficial, el centro de este meteoro domesticado se ubicaba exactamente a 310 kilómetros al suroeste de Cabo San Lucas, moviéndose a la vertiginosa velocidad de 13 km/h -una rapidez que ni siquiera alarmaría a una tortuga con prisa-. Sus vientos, antes furibundos, ahora soplan con la intensidad moderada de un ventilador de oficina en día de calor, alcanzando sostenidos de 130 km/h que apenas alcanzarían para volar los documentos de alguna dependencia gubernamental.

Los desprendimientos nubosos del sistema, ahora convertidos en funcionarios de la lluvia, prometen descargar su furia acuosa con la precisión de un impuesto: 50 a 75 milímetros para Baja California Sur, porque en la repartición de precipitaciones también hay jerarquías regionales. Sinaloa y Nayarit recibirán el equivalente a un chubasco de segunda clase, porque hasta en la meteorología existe el trickle-down economics.

El oleaje, ese gran actor secundario del drama climático, amenaza con olas de 5 a 6 metros que podrían arrastrar todo excepto la pesada carga de la burocracia. Mientras tanto, las costas de Sinaloa, Nayarit y Jalisco recibirán un modesto chapoteo de entre 2.5 y 3.5 metros, suficiente para mojar los pies pero no para lavar la corrupción.

La zona de vigilancia se mantiene activa desde Cabo San Lucas hasta Cabo San Lázaro, porque en el teatro de la prevención todos deben tener su momento de gloria. El Servicio Meteorológico, en un arranque de originalidad, exhortó a la población a extremar precauciones -esa frase que ya tiene el mismo efecto que “piensa en los niños” cuando se anuncia una nueva reforma fiscal-.

Y así, entre vientos que ya no asustan a nadie y lluvias que caen con puntualidad burocrática, el gran espectáculo de la naturaleza domesticada sigue su curso, demostrando que hasta los fenómenos más poderosos pueden ser reducidos a categorías, números y comunicados oficiales. La verdadera tormenta, parece sugerirnos Priscilla en su decadencia, no está en los vientos sino en la maquinaria que los anuncia con la eficiencia de un trámite interminable.

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