El ICE convierte sueños mexicanos en estadísticas bajo el mandato de Trump

En un espectáculo digno de una tragicomedia burocrática, el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) ha inaugurado su nueva temporada de cacería humana con un récord de 1,154 mexicanos capturados desde que el magnate del reality show político, Donald Trump, aterrizó en la Casa Blanca. Roberto Velasco, jefe de la Unidad para América del Norte, presentó estos números con la solemnidad de un director de circo anunciando cuántos payasos caben en un Volkswagen.

Las redadas, que alcanzaron su clímax artístico el 6 de junio —fecha que coincidió con protestas en California—, han sido tan meticulosas que hasta incluyen un desglose geográfico digno de un tour musical: 54 almas en Los Ángeles, 44 en Omaha (donde el maíz no es lo único que se cosecha), y hasta 2 en Bergen, Pensilvania, porque ningún rincón de Estados Unidos debe privarse de este “esfuerzo patriótico”.

Mientras tanto, el canciller Juan Ramón de la Fuente juró que la red consular mexicana actuará como un escudo contra los abusos, aunque ese escudo parece estar hecho del mismo material que las promesas de los políticos: palabras al viento. “La migración es un derecho”, declaró, omitiendo que en este juego de monopolio global, algunos jugadores tienen cartas marcadas.

Así, el ICE se consolida como la agencia más eficiente en convertir sueños en expedientes, demostrando una vez más que, en el gran teatro de la política migratoria, los únicos libres de actuar son los que escriben el guión.