El INE descubre el fuego digital para las elecciones

En un alarde de perspicacia tecnológica que hubiera dejado pálido al propio Julio Verne, los sacerdotes del sufragio han descubierto que implementar el voto por internet requiere -atención- condiciones de seguridad digital. ¡Revolucionario! Como descubrir que el agua moja.

Los tres sabios del ciberespacio electoral

Durante el solemne concilio “Implementación de Voto por Internet en México”, el oráculo Martín Faz reveló los tres mandamientos cibernéticos: seguridad, secrecía y auditabilidad. Una trinidad sagrada sin la cual, nos advirtió, el sistema colapsaría como un castillo de naipes en huracán. “El estándar debe ser mayor al del voto tradicional”, proclamó, como si en las urnas actuales reinara la anarquía más absoluta. Exigió que cualquier artefacto digital resista escrutinios públicos, auditorías independientes y pruebas de esfuerzo, como si se tratara de un candidato sometido a interrogatorio policial.

La brecha digital: ese pequeño detalle

El sumo pontífice sugirió un camino gradual, comenzando con pilotos delimitados para quienes enfrentan dificultades para ejercer su derecho. Traducción: implementemos esta maravilla tecnológica primero donde haya menos quejas, preferiblemente entre quienes apenas saben prender una computadora. Reconoció la existencia de la brecha digital -esa molestia topográfica donde el internet llega con la puntualidad de un político en año electoral- asegurando que no sería obligatorio. ¡Magnánima concesión!

Mientras tanto, la consejera Carla Humphrey elevó el debate al incluir el impacto ambiental, revelando que en la elección judicial se imprimieron 600 millones de boletas. ¡Seiscientos millones! Suficiente papel para empapelar cada rincón de la corrupción mexicana. “Es una modernidad a la que no hay que temerle”, declaró con la serenidad de quien nunca ha visto desaparecer su internet durante una videollamada importante.

Los profetas del apocalipsis digital

Vladimir Chorny, investigador de derechos digitales, lanzó el jarro de agua fría: “Durante los próximos 10 años, implementar voto por internet para toda la población colapsaría la secrecía del voto“. Vamos, que proponer sufragio digital masivo equivaldría a celebrar elecciones en el salón de los espejos: todos ven todo, pero nadie sabe qué es real.

Para coronar el espectáculo, Gina Gallegos del IPN señaló que habría que analizar servicios de seguridad centrados en confidencialidad, autenticación, anonimato y privacidad. Básicamente, todo lo que cualquier adolescente con dos horas de tutoriales en YouTube podría vulnerar.

Así avanza la democracia mexicana: pretendiendo saltar a la era digital cuando aún no resolvemos cómo hacer que los funcionarios respondan un simple correo electrónico.

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