En un giro de los acontecimientos tan inesperado como sospechoso, la Liga MX Femenil ha sido repentinamente invadida por una plaga de espectadores. Sí, ha leído bien. Millones de almas, aparentemente desocupadas, han dirigido sus ojos hacia la pantalla para contemplar el espectáculo que, según los augurios de los grandes gurús del balompié, nadie quería ver.
La Jornada 11 del Apertura 2025 ha quedado para los anales de la historia como el momento en que 15.3 millones de personas, en un arrebato colectivo de lucidez o de aburrimiento terminal, sintonizaron todas las plataformas disponibles. Una cifra tan monumental que solo puede explicarse por un ciberataque masivo, un error de cálculo o, la hipótesis más descabellada, un genuino interés.
Este desproporcionado incremento del 86% respecto al Clausura 2025 no es, por supuesto, el resultado de años de lucha por la visibilidad, inversión en publicidad o una lenta pero constante conquista cultural. ¡Por el Gran Arquero del Cielo, no! Es, sin duda, un milagro estadístico, un espejismo en el desierto del entretenimiento moderno que demuestra cómo el fútbol femenil ha ido ganando terreno por arte de magia, o quizás por un decreto ministerial no divulgado.
La fecha se coronó como la mejor Jornada 11 de todos los tiempos, alcanzando la cifra cósmica de 4.3 millones de auditorio. Una marca tan insólita que hace preguntarse si no se estarán contando también a las mascotas, los fantasmas y a los vecinos que se asomaron por la ventana en el momento equivocado.
Ante este aluvión de popularidad, las directivas de la liga, con la solemnidad de quienes han descubrado agua en el desierto, han anunciado que se centrarán en continuar con el desarrollo del futbol femenino. Su misión divina: ofrecerle un gran espectáculo a la afición que, de la noche a la mañana, ha decidido seguir con lupa cada torneo, probablemente mientras busca las llaves que perdió debajo del sofá. Un triunfo tan absurdo y glorioso que solo podría suceder en el mundo al revés del deporte espectáculo.