El insólito premio a una escuela que hace lo que el Estado omite

El insólito premio a una escuela que hace lo que el Estado omite

En un giro tragicómico que dejó perplejo al orbe pedagógico, la escuela A Favor del Niño (AFN) ha recibido el World’s Best School Prize por la heroica hazaña de… ¡hacer exactamente lo que el Estado mexicano promete en su Constitución pero sistemáticamente incumple!

La institución, enclavada en el sur de la megalópolis, opera bajo el revolucionario concepto de que los menores necesitan alimentación, atención médica y educación continua -una herejía pedagógica en un país donde la niñez es el recurso natural más explotado después del petróleo.

“Nuestro modelo integral consiste en el escandaloso extremismo de mantener a los niños alimentados, vacunados y educados durante 13 años consecutivos“, declaró con desfachatez Daniela Jiménez, directora del centro, mientras ajustaba su capa de superheroína pedagógica. “Los posicionamos en preparatorias de calidad, en lugar de dejarlos a merced de las maravillosas oportunidades que ofrece la economía informal”.

El premio reconoce esta peligrosa anomalía educativa: una institución que funciona como deberían funcionar todas, pero que en el contexto nacional resulta tan exótica como un unicornio dando clases de civismo.

Los pilares de este modelo subversivo incluyen conceptos radicales como “salud preventiva” y “alimentación nutritiva”, prácticas tan ajenas al sistema educativo nacional como la honestidad a la clase política.

El campus, descrito por testigos como “un oasis en el desierto de la educación pública”, cuenta con espacios donde los alumnos aprenden en lugar de sobrevivir, comen en vez de picar y se desarrollan en lugar de deteriorarse.

La coordinadora de salud, Sara Ávila, confesó su metodología revolucionaria: “Como nutrióloga, me atrevo a verificar que los niños crezcan adecuadamente, en lugar de asumir que la desnutrición es un destino biológico inevitable para los pobres”.

La matrícula comprende a pequeños cuyas familias sobreviven con ingresos que un diputado federal gasta en un almuerzo, demostrando que la educación de calidad es posible cuando no se desvía el presupuesto en proyectos faraónicos e inútiles.

Xóchitl de Garay, presidenta del patronato, explicó el éxito con una lógica que haría palidecer a cualquier burócrata: “Los sacamos de la calle. Aunque suene radical, preferimos tenerlos aprendiendo en lugar de expuestos a los encantos del crimen organizado”.

El modelo incluye la peligrosa innovación de hacer participar a los padres -esas criaturas mitológicas que el sistema tradicional da por desaparecidas- quienes misteriosamente mejoran sus vidas cuando alguien se preocupa por la de sus hijos.

La guinda de este pastel de absurdos pedagógicos: los docentes dedican tiempo a resolver conflictos en lugar de ignorarlos, atendiendo problemas como el acoso escolar con la misma eficacia con que el sistema regular los normaliza.

Mientras directores de otras escuelas visitan AFN para entender estas metodologías extraterrestres, el gobierno continúa premiando a esta institución por hacer su trabajo, en el más sublime ejemplo de la delegación de responsabilidades que caracteriza a nuestra era.

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