El maná migrante sostiene el reino pese a la cacería del sueño

En un giro digno de la más absurda farsa contemporánea, el sagrado maná digital que los proscritos del sueño americano destilan desde el vientre de la bestia ha experimentado una milagrosa resurrección numérica. Pese a que los cazadores de indocumentados en Chicago y otros santuarios de la pureza nacional han redoblado sus esfuerzos, los emisarios económicos —antes llamados migrantes— han logrado, con sudor y nostalgia, incrementar el tributo enviado a la patria.

Los augures del Banco Central (Banxico) han desvelado con solemnidad burocrática que, en el décimo mes, el óbolo colectivo alcanzó la astronómica cifra de 5 mil 635 millones de dólares. Una ofrenda que, como el aceite de las lámparas del templo, mantiene encendida la llama de incontables hogares y, de paso, lubrica las engranajes oxidados de la economía nacional.

La paradoja del sustento: ¿Caridad forzada o pilar estructural?

Este flujo de capital doliente no solo se mantuvo por encima del mágico umbral de los cinco mil millones, sino que además superó con desdén los menguados envíos de los meses previos. La ironía se agudiza al constatar una leve contracción del 1.7% respecto al mismo período del año anterior, una caída que los sacerdotes de la macroeconomía celebran como un triunfo, considerando que no fue tan catastrófica como el desplome del 5.2% registrado durante el gran terror de las redadas en California.

La mecánica del sacrificio: Más envíos, mayor monto

La clave de este milagro estadístico reside en una doble penitencia: los desterrados voluntarios no solo aumentaron la frecuencia de sus ofrendas, sino que también incrementaron el valor de cada una. El tributo promedio subió a 403 dólares, mientras que las limosnas en efectivo y especie —esa arcaica y romántica forma de caridad— alcanzaron un promedio de 459 dólares. Una demostración palpable de que el amor filial y la necesidad pueden más que la lógica del mercado y la persecución.

El balance final: Un reino construido sobre migradólares

Acumulativamente, los ya célebres “migradólares” —término técnico que poéticamente reduce el drama humano a una variable de cuenta corriente— suman la colosal cantidad de 51 mil 344 millones. Una cifra que, pese a representar una caída del 5.1%, sigue siendo el pilar oculto que sostiene el frágil edificio nacional. He aquí la gran alegoría moderna: un país que oficialmente deplora la fuga de sus hijos, pero que extiende la mano con avidez para recibir el fruto de su exilio. Una simbiosis perfecta entre la retórica nacionalista y la pragmática del billete verde.

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