Nacional
El Marinabús, la flota fantasma que navega sobre promesas
Un nuevo transporte marítimo se convierte en el símbolo de una recuperación que navega entre la esperanza y el absurdo político.

En un acto de fe que desafía toda lógica náutica y contabilidad básica, la Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas, Claudia Sheinbaum Pardo, inauguró solemnemente lo que ha denominado el “Marinabús”, una embarcación metafórica que transporta más esperanza que pasajeros. Según fuentes oficiales, este transbordador de ilusiones navegará sobre las aguas turbias de la bahía de Acapulco, demostrando que un barco puede flotar incluso cuando el 90% del puerto se hunde en el abandono.
La ceremonia, cargada de un simbolismo tan denso que casi hunde el muelle, incluyó el abanderamiento de la nave con una bandera tan grande que podría tapar el sol—y convenientemente, las grietas en la infraestructura. “Acapulco está vivo”, proclamó la Mandataria, mientras observaba cómo la tripulación jurada prometía lealtad a un proyecto que, irónicamente, requerirá más salvavidas que pasajeros en su viaje inaugural.
El Marinabús se erige como el pináculo de la Prosperidad Compartida, un concepto tan novedoso que comparte la prosperidad de la misma manera que un banquete se comparte con quienes tienen menú: todos lo ven, pocos lo prueban. Este sistema de transporte marítimo “rápido, seguro y sustentable” beneficiará, según cálculos oficiales, a miles de personas que aún creen en los cuentos de hadas gubernamentales y en la posibilidad de cruzar una bahía sin encontrar un recordatorio flotante del huracán Otis.
Sheinbaum, en un alarde de precisión técnica que haría sonrojar a cualquier ingeniero naval, detalló que la Administración del Sistema Portuario Nacional tendrá una rehabilitación del 10 por ciento. El 90 por ciento restante, explicó con la seriedad de quien anuncia una ley física, “permanecerá en su estado natural de decadencia controlada”, como monumento a la resiliencia y a la austeridad republicana.
El Programa Acapulco se Transforma Contigo parece haberse interpretado de manera literal: la transformación ocurre contigo, no para ti. Entre sus logros más destacados se encuentra la construcción de un acueducto que promete agua, la reparación de 72 puentes que aún esperan ser cruzados, y la limpieza de canales pluviales que ahora canalizan perfectamente las lágrimas de los ciudadanos.
Pero la joya de la corona es, sin duda, el establecimiento de 20 kilómetros de senderos “Camina Libre, Camina Segura”, un programa que invita a los ciudadanos a recorrer a pie las zonas donde el transporte público—terrestre o marítimo—es tan real como el monstruo del lago Ness.
Mientras el Marinabús se convierte en el símbolo perfecto de una administración que prefiere inaugurar barcos antes que arreglar alcantarillas, los ciudadanos de Acapulco pueden consolarse sabiendo que, aunque su hospital esté en ruinas, su casa inundada y su economía por los suelos, al menos tienen un nuevo transporte acuático que probablemente verán pasar desde la orilla, preguntándose si no era más urgente un barco que llevara agua potable en lugar de promesas.
En el horizonte, entre el humo de los discursos y el spray del mar, se vislumbra el futuro: un Acapulco donde las playas estarán limpias, los camellones perfectamente podados y los turistas podrán llegar en Marinabús para fotografiar la pintoresca pobreza que, como el 90% del puerto, permanecerá sin intervención como atracción cultural.

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