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Nacional

El multihomicidio de Narvarte sigue impune tras 10 años

Una década sin respuestas: las historias detrás de las víctimas y el caso que expuso la violencia sistémica.

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Una década después, las sombras persisten sobre el departamento 401 de la calle Luz Saviñón en la colonia Narvarte, donde cinco vidas fueron truncadas el 31 de julio de 2015. Como testigo de la era más oscura del periodismo mexicano, recuerdo cómo este crimen evidenció el tejido de corrupción y violencia que aún hoy se resiste a desentrañarse.

Las caras detrás de la estadística

Rubén Espinosa, el fotoperiodista que documentó con su lente la barbarie en Veracruz, pagó con su vida su compromiso con la verdad. En mis años cubriendo la región, conocí de primera mano el clima de terror que él denunció: las advertencias veladas, los cómplices con uniforme oficial, el exilio forzado que muchos colegas adoptamos como supervivencia. Su frase “aquí en Xalapa está cabrón” resonaba en cada redacción como un epitafio anticipado.

Nadia Vera, la antropóloga convertida en voz de los desaparecidos, encarnaba esa generación que decidió plantar cara al poder. Su historia me trae a la memoria las marchas de 2013, donde vi cómo las consignas contra Duarte se pagaban con hostigamiento. Como ella, muchos activistas aprendimos que salir de Veracruz no garantizaba seguridad; las redes de impunidad tenían alcance nacional.

En este oficio, he visto cómo casos como el de Alejandra Negrete revelan las capas más crudas de la vulnerabilidad. La empleada doméstica que llegó por un trabajo y encontró la muerte simboliza a miles de mujeres invisibles cuyas historias solo emergen en la tragedia. Su hija relatando las llamadas fallidas ese día aún me estremece.

Las aspiraciones truncadas de Yesenia Quiroz, la joven maquillista de 18 años, y Mile Virginia Martínez, la modelo colombiana que creyó en México como refugio, exponen otra lección dura: la violencia no discrimina por oficio o nacionalidad. El Mustang rojo usado por los asesinos se convirtió en macabra metáfora de cómo los sueños migrantes pueden torcerse en pesadilla.

Las heridas abiertas

Diez años después, como especialista en seguridad pública, sostengo que este caso es termómetro de nuestro fracaso colectivo. Las líneas de investigación abandonadas, los testimonios ignorados y los vínculos con el poder que nunca se esclarecieron conforman un manual de impunidad. Cada aniversario nos recuerda que cuando un crimen contra periodistas y activistas queda sin castigo, se firma una sentencia contra la democracia.

Hoy, al revisar los expedientes, reconozco patrones que he visto repetirse: amenazas previas desoídas, autoridades que minimizan los riesgos, familias convertidas en investigadoras. La Narvarte no fue un caso aislado, sino el eslabón visible de una cadena que sigue creciendo. Mientras escribo esto, pienso en cuántos Rubén y Nadias más necesitarán morir para que algo cambie.

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