Nacional
El negocio macabro que convirtió cenizas en piedras y duelo en burla
Un crematorio convierte el duelo en pesadilla mientras las familias buscan respuestas entre pilas de cadáveres abandonados.

En un espectáculo digno de El infierno de Dante, la identificación de los 383 cuerpos del crematorio Plenitud avanza con la eficiencia de un trámite burocrático en el siglo XVIII. Las autoridades, maestras en el arte de la procrastinación, han convertido el duelo en un reality show macabro: “Esto es como una herida que nunca cierra”, dicen los familiares, mientras los forenses juegan a ser dioses con sus kits de hidratación para revivir huellas dactilares como si fueran arqueólogos de un apocalipsis zombie.
Fernanda Carrera, protagonista involuntaria de esta tragicomedia, busca a su abuelo entre un amasijo de cadáveres que el establishment funerario trató con menos respeto que sacos de cemento. La Fiscalía, en un giro hilarante, primero les dijo “¡Eureka, tenemos un match!” solo para después desaparecer más rápido que un político en época electoral. Mientras, los peritos examinan los cuerpos con la urgencia de una tortuga sedada: solo seis identificados en semanas, un récord que haría llorar a Sherlock Holmes.
El colmo del absurdo llega cuando descubrimos que el crematorio operaba bajo el lema “Lo barato sale caro”: familias que pagaron por cenizas recibieron piedras literales (¡el nuevo mineral “restos humanos premium”!). Los dueños, dos genios del emprendimiento criminal, ahora enfrentan cargos por inhumación clandestina, aunque bien podrían añadir “estafa piramidal funeraria” y “curso avanzado de cómo no hacer negocios”. Mientras, las funerarias socias, en un acto de cinismo sublime, siguen cobrando mensualidades como si vendieran Netflix y no promesas incumplidas de descanso eterno.
La Fiscalía, en su papel de detective aficionado, allana casas buscando documentos como si los cadáveres fueran a levantarse y firmar sus propias actas. Todo esto mientras 1,237 familias hacen fila en un reality show burocrático titulado “¿Dónde quedó mi muerto?”, demostrando que en México hasta la muerte tiene que esperar su turno.
Epílogo: Las autoridades prometen que “en los próximos días” resolverán el caso, misma frase que usan desde que Porfirio Díaz estaba en el poder. Mientras, el crematorio Plenitud se consolida como la metáfora perfecta de un sistema donde hasta los difuntos son ciudadanos de segunda clase.

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