El Gran Teatro del Cuidado: Una Oda Burocrática
En un acto de revelación divina que ha conmocionado a la tecno-burocracia capitalina, el Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional ha decretado mediante solemne proclama el descubrimiento de que las personas requieren atención. Su monumental iniciativa consiste en crear la Ley del Sistema Integral de Cuidados, un colosal engendro administrativo que promete resolver mediante comités asesores lo que la solidaridad humana no ha podido en siglos de civilización.
La pieza maestra de este experimento social es un Consejo Asesor Ciudadano compuesto por iluminados de la academia, filántropos empresariales y visionarios sindicales, cuya función principal será emitir opiniones no vinculantes -es decir, palabras al viento- sobre cómo deberían funcionar las cosas en un mundo ideal donde los documentos sustituyen al afecto.
Pero la genialidad no termina ahí. Se propone también una Junta de Cuidados que creará un Programa General de Cuidados, el cual a su vez generará comisiones técnicas que probablemente constituirán subcomités especializados en formar grupos de trabajo para estudiar la viabilidad de mesas de diálogo sobre la posibilidad de cuidar a alguien eventualmente.
El dispositivo asistencial contempla cuidados a domicilio (si los trámites lo permiten), institucionales (si el papeleo se completa) y residenciales (previo estudio socioeconómico de tres instancias diferentes). Todo ello mientras se promueven políticas que favorezcan la conciliación mediante esquemas de flexibilidad laboral que, irónicamente, requerirán trabajar más horas para entender su funcionamiento.
El oráculo del partido blanquiazul, Andrés Atayde, profetizó que esta iniciativa podría convertirse en un poderosísimo instrumento para cambiar vidas, siempre y cuando se articulen las responsabilidades entre las treinta y siete dependencias que eventualmente participarían en su implementación.
“Queremos que esta ley sea el resultado del consenso y del diálogo, no de la imposición” declaró el estadista, en lo que parece ser un reconocimiento tácito de que cualquier acuerdo real entre faciones políticas resulta tan probable como encontrar un unicornio en el Metro durante hora pico.
La crónica parlamentaria culmina con esta perla retórica: “El enorme reto es poder articular las responsabilidades para entonces sí tener un sistema y no solamente una sumatoria de programas o políticas aisladas</strong". Traducción: esperamos que esta torre de Babel administrativa no colapse bajo el peso de su propia complejidad autoreferencial antes de que alguien reciba un vaso de agua en su lecho de enfermo.