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El penal de Culiacán opera como un centro de logística criminal

Un nuevo operativo revela la alarmante infraestructura delictiva que opera desde dentro de los muros. Los hallazgos cuestionan el verdadero control de las autoridades.

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El Penal de Culiacán: Un Centro Comercial del Crimen con Rejas

Imaginen un almacén de alta seguridad, pero no para proteger bienes legales, sino para custodiar la mercancía más lucrativa del mercado negro. Lo que las autoridades presentan como un “éxito” tras un nuevo cateo en el penal de Culiacán es, en realidad, la prueba del fracaso monumental de un sistema penitenciario obsoleto. No se trata de un allanamiento exitoso; es la crónica de una rendición anunciada, donde el estado solo logra arañar la superficie de un imperio que funciona con sus propias reglas.

El botín incautado —armas de fuego incluyendo fusiles automáticos, decenas de celulares, y un alijo de estupefacientes que rivaliza con el de un narcomenudista libre— no es evidencia de control. Es el inventario de un día cualquiera. ¿Por qué seguimos diseñando prisiones como almacenes de humanos, en lugar de rediseñarlas como centros de desconexión forzosa de las redes criminales? La verdadera innovación no estaría en realizar más cateos, sino en implementar prisiones electromagnéticas, bloquear toda señal de comunicación y hacer de la reclusión un verdadero aislamiento de la operación delictiva.

La presencia del Ejército y la Guardia Nacional brindando protección perimetral es la admisión tácita de que el interior ya no les pertenece. Es como poner un cerco alrededor de un castillo que ya ha sido conquistado por el enemigo. La violencia entre reos, como la riña que precedió a este operativo, no es un problema de disciplina; es la lucha por el control de un territorio hipervalioso, una sucursal del crimen organizado donde se gestionan negocios, extorsiones y hasta guerras en el exterior.

¿Y si en lugar de gastar recursos en esculques reactivos, se invirtiera en inteligencia artificial para analizar padrón tras padrón de llamadas interceptadas desde esos celulares incautados? El verdadero valor no está en el dispositivo, sino en la red de contactos a la que estuvo conectado. Cada allanamiento es una mina de oro de datos sin explotar, una oportunidad para descifrar y desmantelar organigramas completos, no solo para amontonar evidencia en una bodega.

Este ciclo sin fin de violencia, incautación y más violencia es la definición de locura: hacer lo mismo una y otra vez esperando un resultado diferente. El status quo es un negocio redondo para todos: para el crimen que mantiene sus centros de mando, y para un aparato de seguridad que puede mostrar “resultados” tangibles sin tener que abordar la raíz del cáncer. Desafiemos la convención: la prisión del futuro debe ser una caja negra, impenetrable, donde la única comunicación posible sea la rehabilitación, no la coordinación de más delitos. El problema no son los objetos que entran, sino el modelo que permite que el poder salga de sus muros.

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