En un giro de acontecimientos que ha dejado estupefactos a los economistas y a los ciudadanos de a pie por igual, el oráculo moderno, también conocido como Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), ha profetizado una noticia de alcance nacional: las divinas precipitaciones pluviales han bendecido los sagrados campos de maíz, provocando un milagroso descenso en el precio del pozole.
Resulta que el costo de la olla para las Fiestas Patrias será, en promedio, un 1.9 por ciento menos oneroso que el año anterior. Una cifra tan precisa que solo puede ser el fruto de una ciencia infalible, o de un elaborado ejercicio de wishful thinking corporativo. Mientras el ciudadano común se frota los ojos, incapaz de percibir esta rebaja en medio de la galopante inflación que afecta a todo lo demás en su carrito del supermercado, el gobierno y sus aliados tecnócratas ya se preparan para celebrar esta victoria monumental contra la carestía.
Es un alivio saber que, en medio del colapso generalizado de la economía familiar, el ciudadano podrá ahorrar unos cuantos pesos en su plato de pozole, un consuelo casi filosófico que le permitirá meditar, entre mordisco y mordisco, sobre la abismal desconexión entre las cifras macroeconómicas y la realidad microeconómica de su bolsillo. Una parodia perfecta donde un gramo de alivio se vende como un kilo de solución, y donde la lluvia, por una vez, no moja pero sí salva.